Capítulo 25

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La visita a la Biblioteca de Sangre, no fue como yo esperaba. De nuevo me quedé sin poder ver lo que se hallaba en su interior. Solo los Guardianes del Laberinto disponían de libre acceso a las instalaciones. El resto de Soulhunters debían aguardar en el impresionante vestíbulo a que se sacara el material bibliográfico que se deseaba consultar.

Una vez Yulian vertió su sangre sobre el libro, se abrieron dos inmensas puertas talladas de madera y cuando fui a seguirle, me detuvo con la mano. Así que, en vez de rodearme de ejemplares únicos de la historia de Almafera, y los infinitos mundos a los que atendía, me quedé sentada en un banco de madera esperando.

Podría haber vuelto a casa y esperarle allí, pero lo cierto era que no me atrevía a regresar sin Yulian. No después de habernos marchado de esa forma tan misteriosa en mitad de la noche. Me preguntaba qué opinaría Sora de todo aquello y si buscaría castigarme por haber puesto en peligro a su hijo, cuando descubriera en que consistía mi Forma.

Entonces, alguien entró por las puertas del vestíbulo, llamando mi atención. Era Damon Aldengar, con su rostro anguloso, y sus crueles facciones. Andando como si fuera el propietario del lugar. Todo en él despertaba en mí una grandísima animadversión. Supuse que hasta los más importantes Soulhunters debían necesitar hacer consultas de vez en cuando.

Estaba segura de que él sabría, a qué se habían referido con lo de Umbría y tendría algún conocimiento más sobre mi Forma. Pero las extrañas personas que había conocido tras el portal habían sido claras. Damon Aldengar no era un amigo, y más allá de eso, nadie debía conocer mis habilidades.

Había desobedecido su consejo al contárselo a Yulian, y estaba dispuesta a hacerlo de nuevo contándoselo a Sora, sabiendo que me ponía en riesgo. Pero Damon, era un último paso al que no estaba dispuesta a recurrir.

Entonces un pensamiento se me cruzó por la cabeza. No confiaba en Damon Aldengar, pero había alguien muy cercano a él en el que sí. Debía hacerle una visita a Marco Aldengar. Probablemente él supiera cosas que Yulian y yo no. Aunque no fuera específicamente acerca de Umbría, o la Forma de la Materia Oscura, debía saber algo acerca de como controlar una Forma única, puesto que su padre lo había hecho.

El único problema era que, aunque yo confiara en él, Yulian jamás me permitiría contárselo. Tendría que hacerlo a sus espaldas y esa no era una idea que me gustara demasiado.

Después de consultar una infinidad de volúmenes, Yulian había llegado a una serie de conclusiones. La primera, no le contaríamos a Sora nada acerca de mi Forma. La segunda, tendría que solicitar hacer mi firma en privado el día del juramento, nadie debía saber de lo que era capaz. La tercera solo había una persona que pudiera ayudarme a controlar mi Forma. Yo misma.

Y no como cuando se dice que tú eres tu peor enemigo, si no de la manera más literal posible. De todos los extractos que había leído, Yulian había comprendido una cosa. Yo era única y podía viajar a través del tiempo gracias a los portales que creaba. Así que Umbría era la misma, en el siglo doce, que ahora y que la que sería en el futuro. Y también la única que podría enseñarme a utilizar mi Forma. Ella vendría, había dicho Yulian, cuando fuera el momento indicado.

En los textos de la biblioteca no se hablaba de su origen, o del mío, ni de nada que no fuera la creación de portales entre mundos. Esa había sido su principal misión. Y aunque unos eran más antiguos que otros, era únicamente porque así Umbría lo había decidido, puesto que ella era la única capaz de crearlos. Había viajado a través del tiempo para ello. Y había conectado así Almafera con siete mundos.

Esa información fue abrumadora cuanto menos. Así que, aunque me contuve cuando me la dio, en cuanto llegamos a casa, saludé a Sora y me metí en la habitación. Rompí a llorar. Sentí que la situación me desbordaba. No había espacio en esa asfixiante habitación para que pudiera respirar. El pecho se me comprimía impidiéndome respirar, sin importar cuanto aire inhalba. No sabía que hacer. Estaba sola. Perdida. Y cuando creía que me iba a morir. Yulian irrumpió en la habitación.

Corrió hasta el borde de la cama, donde yo peleaba desesperada por respirar.

- Artemisa. – murmuro preocupado, mientras extraía la almohada de su funda y me daba el saco de tela. – respira aquí dentro. – me dijo.

Y eso hice. Poco a poco, me fui relajando. El corazón dejo de latir tan rápido y el dolor en el pecho fue disminuyendo. Finalmente pude sacar la cabeza de la improvisada bolsa de tela y me encontré con la mirada aterrada de Yulian.

- Yulian. – dije al fin. - ¿Cómo has... sabido?

- Pyron me avisó.

- Es demasiado Yulian...

- Shsh... Debería haber tenido más tacto. No tendría que habértelo soltado todo así de golpe. Creo que yo también intentaba procesarlo.

- ¿Qué voy a hacer?

- Esperar. Tú misma sabrás mejor que nadie cuando es el momento de actuar.

Esa noche dejé que me arropara en sus brazos, y me dormí así, acurrucada entre ellos. Completamente protegida de mí misma por Yulian. 

El Laberinto de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora