Capítulo 1

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Me desperté en un lugar que no conocía. Lo último que recordaba más bien parecía haber sido una pesadilla. Sin embargo, me encontraba en una habitación extraña lo cual podía significar dos cosas, o bien seguía soñando, o todo eso había sido real y alguien se había salido con la suya. La pregunta era quien. Recordaba como casi moría ahogada a manos de unas manos con uñas excesivamente largas, y luego que alguien había irrumpido en la escena. Pero eso era todo.

Traté de evaluar la situación, pero nada parecía indicar que estaba secuestrada. No había nada que me atara a la cama en la que estaba durmiendo, y la habitación en la que me encontraba distaba mucho de parecer una celda. Era un dormitorio abohardillado antiguo que parecía muy cuidado.

Los suelos eran de parqué, cubiertos por alfombras de estilo persa; los techos, eran altos; las paredes estaban recubiertas de cuadros y tapices mientras que las ventanas habían sido vestidas con pesadas cortinas de terciopelo que impedían el paso de la luz, haciendo de la estancia un lugar mucho más lúgubre de lo que debería. Estaba además abarrotada de muebles y artículos que no lograba distinguir. La mayoría de esos cachivaches parecían sacados de una novela de Julio Verne, como si alguien de principios de siglo se hubiera puesto inventivo.

Me encontraba completamente desubicada. No tenía ningún recuerdo de cómo había llegado hasta allí, así que sospechaba que necesariamente había sido a la fuerza. Quería levantarme de la cama para investigar, pero al mismo tiempo me daba miedo que quien fuera que me hubiera traído volviera.

Pero, por otro lado, no dejaba de pensar que, estaba echando a perder mi única oportunidad de escapar. Tenía que ser cuidadosa. Traté de trazar algún plan sin ningún éxito ya que me faltaba información, contexto; no había forma de abordar aquello de manera inteligente. Así que llegué a la conclusión de que tendría que tirar de valor.

Finalmente, me puse en pie, y no ocurrió nada. Descubrí que alguien había dejado unas zapatillas de andar por casa junto a la cama. Otro indicador de que las intenciones de quien fuera me hubiera traído hasta aquí no eran tan malas. Temerosa, avancé un poco en dirección a la ventana, pero el suelo crujió y me detuve. Pasé así un rato, de pie en medio de la habitación, sin saber cómo seguir.

De nuevo me armé de valor y anduve hasta la luz que se escapaba débilmente entre las cortinas. Estaba aterrada, tanto que, tuve que inspirar profundamente antes de correrlas. Cuando vi lo que ocultaban, se me cortó la respiración. No era Valencia. No era ningún lugar que conociera, ni ningún sitio que hubiera podido ver antes. La ciudad que se elevaba ante mí era simplemente única.

La calle a la que daba el ventanal estaba custodiada por los edificios más bizarros que había visto en mi vida. Eran unas construcciones trombóticas con fachadas irregulares de piedra o metal, donde los pisos se apilaban de una forma caótica, como si no guardaran relación unos niveles con otros. Múltiples estilos arquitectónicos se entremezclaban entre sí, y ventanas de todas las formas y tamaños los salpicaban de la manera más aleatoria que se pudiera imaginar.

El caos se trasladaba a los transeúntes que vestían con atuendos de distintas épocas y estilos, y no solo eran personas, también había animales entre ellos, y criaturas que simplemente no podía describir. Andaban en todas las direcciones, algunos conversaban de forma animada, y otros se detenían a mirar los escaparates. El bullicio era el propio de las grandes ciudades, sin embargo, los edificios de baja estatura me recordaban a un pueblo.

Estaba totalmente embelesada, aunque ellos no parecieran darse cuenta de lo extraordinarios que eran. No podía dejar de pensar que una ciudad así tenía que formar parte de mi imaginación, debía tratarse de un sueño. Esa idea me relajaba. Tarde o temprano despertaría, así que era mejor que disfrutara de la experiencia mientras durara. Sabía que cuando despertara no lograría recordarla con claridad.

Me incliné un poco más sobre la ventana y apoyé la mano en el cristal, tratando de ver más allá, y de repente unas voces resonaron con fuerza en la habitación. Instintivamente retiré la mano del cristal y me giré para ver si había alguien más conmigo, pero no vi a nadie. El corazón se me aceleró. Traté de recordarme a mí misma que no era más que un sueño. De nuevo, me acerqué a la ventana y tan pronto posé mi mano sobre el cristal, las voces sonaron de nuevo. Probé a quitarla, volvió el silencio. Repetí la operación un par de veces para asegurarme de que efectivamente estaba oyendo a través de la ventana.

Con nuevos ojos, posé la mano sobre la ventana y traté de concentrarme para discernir las voces, así como su procedencia. Escuché a lo lejos unas voces masculinas que debían ser de los dos hombres con sombrero de copa que paseaban, pero no logré entender su conversación. En cambio, la conversación de una chica de mi edad, con un joven que... Me detuve un segundo a mirarlo; podría estar equivocada, sin embargo, algo me decía que era él. Era el joven que había entrado en mi habitación, mientras intentaban matarme. Eran esos mismos ojos. Reconocería ese hielo en la mirada en cualquier lugar.

Paré para escuchar esa conversación en concreto, haciendo un esfuerzo por concentrarme en sus voces. La de él era grave y melosa, la de ella también lo era para ser de una mujer, no obstante, resultaba mucho menos suave.

- ¿Es que quieres que me maten Yulian? ¿Es eso? – le dice la chica.

- ¿Es eso lo más estúpido que se te ha ocurrido decir? – le responde él.

- No te atrevas Yulian.

- Si Chiara, quiero que te maten, por eso te he estado entrenando desde que puedes caminar, para ver como mi obra final acaba calcinada en las pruebas.

- Decirlo con tono irónico, no lo convierte en menos cierto.

- Por el amor de Hades, me vas a terminar enfadando Chiara.

- ¿Por qué la has traído?

- Verás tiendo a cumplir los últimos deseos de mis progenitores en su lecho de muerte.

- Me das asco Yulian. Podrías tener un ápice de pensamiento crítico para variar. Siempre has sido su maldito cachorro. ¿Qué opina mamá de esto? de que la metas en su casa.

- Mamá amaba a papá.

- Pero papá a ella no. A ninguno de los tres. Sois los dos igual de idiotas.

De repente, ambos interrumpieron la conversación y levantaron la vista para mirarme, como si pudieran saber que los estaba escuchando. Nuestras miradas se cruzaron durante unos instantes. Luego, volvieron a caminar y salieron de mi campo de visión. Parecía que se estban metido dentro de la misma casa en la que estaba.

Pasados unos minutos, el sonido de unos pasos lo confirmó. Alguien se acercaba. La firme convicción de que todo esto era producto de mi imaginación ya no me consolaba. Porque, ¿y si no lo era? ¿Y si todo esto era real? ¿Y si quienquiera que abriera la puerta pretendía hacerme daño? Todo mi cuerpo aguardaba en tensión, la cual se liberó tan pronto como la puerta se abrió.

El Laberinto de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora