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Carlos

El zumbido monótono del motor llenaba el estacionamiento subterráneo, mientras permanecía estático en el asiento del conductor, con la mirada fija en la salida del edificio. Leclerc aún no había hecho acto de presencia.

El ambiente estaba impregnado de indiferencia, solo interrumpido por el esporádico sonido de otros vehículos saliendo.

A pesar de la espera, la impaciencia ardía en mi interior, amenazando con consumirme. Las llaves golpeaban con brusquedad entre mis dedos, un gesto de irritación en medio del hastío.

El tiempo transcurría con una lentitud exasperante, marcado por el tic-tac insistente del reloj en el tablero. Cada segundo se estiraba como si se burlara de mi impaciencia mientras permanecía en silencio, sin mostrar ningún interés en mi rostro impasible.

Finalmente, una figura se materializó en la salida del edificio.

Enciendo el auto para que Charles sepa cuál es, igualmente no es muy difícil, solo es un Ferrari 812 Competizione y el único auto en el estacionamiento.
A duras penas puede abrir la puerta y entrar.

—Parece que no sabes el significado de apúrate—Comienzo a salir del estacionamiento.

—Aun no estaba listo para salir.

—Pero ya estabas decidido a irte.

—Porque tenía prisa.

—Como sea, ponte comodo, serán casi 2 horas de camino.

—De ninguna manera, tengo que volver a casa al menos a las 8.

—No vas a dejar esto a la mitad—Por alguna razón le tomo del brazo, pero rápido devuelvo mi mano al volante.

Charles escribe algo en su teléfono y creo que se resigna a ir conmigo.

Pasado un rato, Leclerc habla.

—No era más fácil esperar a mañana para ir a ese lugar—Que no termine con mi paciencia.

Según Lando, una de las pocas personas en las que confío, a Leclerc le gustas 2 cosas; hacer muchas preguntas y hacer que la gente pierda la paciencia, algo de lo que carezco.

—No, tengo cosas que hacer.

—Yo nunca te veo haciendo algo.

—Sigo siendo tu jefe Leclerc y yo tampoco te he visto hacer algo.

—Mientes—Que osadía de decir eso—Sin mi no tendrías tu café a 55 °C con dos Splendas, algo absurdo si me lo preguntas.

—Pues no te pregunté.

—Entonces yo pregunto ¿Por qué 55 °C exactamente?

—No te incumbe y ya cierra la boca o te dejo aquí—A nadie le gustaría estar en medio de la carretera sin nada cercano.

—Bueno entonces preguntaré otra cosa.

—No.

—¿Porque no? Si vamos a estar más de una hora en el auto, no me pienso quedar callado.

—¿Te han dicho que eres desesperante?

—Bastantes veces de hecho, pero no le tomo importancia.

—Deberias de hacerlo.

—Si no vas a contestar mis preguntas, entonces pregúntame algo.

No pienso preguntarle nada, sería como darle cuerda a una caja musical. Además, no hay nada que me importe, bueno hace tiempo que no noto su aroma. Sin embargo, no me importa en absoluto, entonces permaneceré callado y espero que Charles también aunque sea casi imposible.

Obra Del Destino || CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora