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Charles

Por ordenes de Carlos, no volví a Sainz industries hasta la siguiente semana, al igual que Max.

El bullicio de la oficina me recibió como un viejo conocido cuando entré por las puertas de vidrio la mañana del lunes. Había algo tranquilizador en la rutina, en el zumbido constante de conversaciones y teléfonos, en el tecleo de teclados que marcaban el ritmo del día a día. Sin embargo, una parte de mí sabía que las cosas habían cambiado irrevocablemente después de aquel viaje con Carlos.

Caminé hacia mi escritorio, saludando a algunos colegas por el camino. Sus rostros familiares y sus bromas matutinas deberían haberme reconfortado, pero no podía evitar sentir una ligera tensión en el ambiente. ¿Sería solo mi imaginación? ¿O había algo en la forma en que sus ojos se detenían un segundo más de lo usual en mi rostro?

Me senté y encendí mi computadora, tratando de concentrarme en los correos acumulados y las tareas pendientes. El trabajo me resultaba casi terapéutico, una manera de perderme en algo conocido y controlable. Pero mi mente seguía desviándose hacia Carlos, preguntándome cómo sería verlo de nuevo en este contexto, cómo actuaríamos tras los eventos del viaje.

El reloj marcaba las 9:30 cuando la puerta del elevador se abrió se abrió y Carlos salió. El corazón me dio un vuelco al verlo, impecable como siempre en su traje perfectamente planchado, con esa expresión profesional que había aprendido a leer tan bien. Nuestras miradas se cruzaron brevemente, y en ese instante, un cúmulo de recuerdos y emociones nos envolvió. Pero en un abrir y cerrar de ojos, la máscara de profesionalismo volvió a su lugar.

—Buenos días—Dijo Carlos, con su voz firme y segura.

—Buenos días —Respondimos Lucero y yo en coro, como siempre.

Él se dirigió a su oficina sin mirar atrás, y yo dejé escapar el aire que no me había dado cuenta que estaba conteniendo. Volver a la rutina, al menos en apariencia, sería más difícil de lo que había anticipado.

Las horas pasaron en una mezcla de trabajo y distracción. Los documentos y los correos eran una forma de mantener mi mente ocupada, pero cada vez que sonaba el teléfono o Lucero mencionaba a Carlos, un nerviosismo sutil se apoderaba de mí. Había prometido a mí mismo que lo mantendría profesional, que no dejaría que lo que pasó nos afectara en el trabajo, pero era más fácil decirlo que hacerlo.

Alrededor del mediodía, recibí un mensaje en mi computadora.

Carlos Sainz:
Leclerc, necesitamos discutir algunos puntos sobre el proyecto que trajimos del viaje. ¿Podrías pasar a mi oficina a las 2:00 PM?

Mi corazón latió con fuerza. ¿Cómo se suponía que manejaríamos esto? Escribí una respuesta rápida, tratando de parecer calmado.

Charles Leclerc:
Por supuesto, estaré allí a las 2:00 PM.

Cuando el reloj marcó las dos, me dirigí a la oficina de Carlos con una mezcla de anticipación y temor. Toqué la puerta ligeramente y esperé.

—Adelante —Dijo su voz desde el interior.

Entré y cerré la puerta detrás de mí. Carlos estaba sentado detrás de su escritorio, revisando unos documentos, tal como la primera vez que lo vi. Levantó la vista y me ofreció una sonrisa profesional.

—Gracias por venir, Leclerc. Por favor, siéntate.

Me senté en la silla frente a su escritorio, sintiendo cómo el aire se cargaba de tensión. Traté de mantener mi compostura, recordando que estábamos aquí para hablar de trabajo, no de lo que había pasado entre nosotros.

—Quería revisar contigo el informe final del proyecto y planificar los siguientes pasos —Comenzó Sainz, pasando a un tono estrictamente profesional.

Hablamos sobre los detalles del proyecto, las presentaciones que habíamos hecho, y los próximos pasos que debíamos tomar. A medida que la conversación avanzaba, la tensión inicial comenzó a desvanecerse, reemplazada por la dinámica familiar de trabajo en equipo. Sin embargo, debajo de la superficie, un río de emociones no expresadas fluía, y ambos lo sabíamos.

Cuando terminamos de revisar todo, Carlos hizo una pausa y se recostó en su silla, mirándome con una intensidad que no había visto desde el viaje.

—Charles, sobre lo que pasó en el viaje… —Comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

Sentí un nudo en el estómago, pero mantuve mi mirada firme.

—Lo sé, Carlos. Tenemos que mantener esto profesional. Lo entiendo —Dije, tratando de sonar seguro, no es algo nuevo.

Él asintió, pero su expresión mostraba una mezcla de alivio y algo más, algo que no pude identificar del todo.

—Aprecio eso, Charles. Realmente lo aprecio. Pero quiero que sepas que lo que pasó no cambia el respeto que tengo por ti como profesional. Y... bueno, tampoco lo que siento por ti como persona —Agregó, su voz suavizándose al final.

Mi corazón latió más rápido ante sus palabras. Había tanto que quería decir, tanto que quería entender, pero sabía que este no era el lugar ni el momento para profundizar en ello.

—Gracias, Carlos. Lo mismo digo —Respondí, sintiendo que era lo más adecuado.

Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que las palabras se asentaran entre nosotros. Finalmente, Carlos se levantó y yo hice lo mismo.

—Sigamos haciendo un buen trabajo juntos, Leclerc —Dijo, ofreciéndome su mano.

—Claro que sí, señor —Respondí, estrechando su mano con firmeza.

Salí de su oficina sintiendo una mezcla de alivio y confusión. Habíamos establecido una línea clara, pero las emociones no se disipaban tan fácilmente. Sabía que esto sería un proceso, que encontrar el equilibrio adecuado tomaría tiempo.

De vuelta en mi escritorio, me sumergí en el trabajo, usando la familiaridad de las tareas diarias para mantenerme anclado. Mientras escribía correos y revisaba informes, una parte de mí seguía pensando en Carlos, en lo que habíamos compartido y en lo que podría significar para el futuro.

La jornada laboral avanzó lentamente, y a medida que el reloj se acercaba a las seis, sentí una mezcla de agotamiento y alivio. Había superado el primer día de vuelta, pero sabía que esto era solo el comienzo.

Mientras me preparaba para salir, recibí un último mensaje en mi computadora. Era de Carlos.

Carlos Sainz:
Gracias por tu profesionalismo hoy. Nos vemos mañana.

Sonreí ante su breve mensaje y respondí con igual brevedad.

Charles Leclerc:
De nada. Nos vemos mañana.

Apagué la computadora y recogí mis cosas. Mientras salía de la oficina, sentí una pequeña chispa de esperanza. El camino por delante no sería fácil, pero estaba lista para enfrentarlo, un paso a la vez.

La noche me recibió con su fresco aire. Miré las luces de la ciudad y pensé en las posibilidades, en cómo la vida podía cambiar en un instante y cómo nosotros, en nuestra fragilidad y fortaleza, aprendíamos a adaptarnos.

Había vuelto al trabajo, pero la historia con Carlos estaba lejos de terminar. Y en algún lugar entre la profesionalidad y la pasión, encontraríamos nuestro camino.

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5/5
Si tienen alguna duda o sugerencia no duden en decirmelo.

LEC16SAI55 🫶🏻.

Obra Del Destino || CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora