Supongo que apreté el gatillo incluso antes de derramar la primera lágrima. Tal vez cuando todavía estaba riendo. Si es que ya no me importan los chalecos anti-balas ni olvidarme de poner el seguro. Tan sólo quedan los casquillos.
T W E N T Y S E V E N
Supongo que apreté el gatillo incluso antes de derramar la primera lágrima. Tal vez cuando todavía estaba riendo. Si es que ya no me importan los chalecos anti-balas ni olvidarme de poner el seguro. Tan sólo quedan los casquillos.