Me he perdido entre el infierno y la luna, mirando las castañas de tus ojos que diferenciaban las noches cerradas de los días terroríficos. Y, desesperada por un síndrome de abstinencia literaria, escribí sobre ti cómo quién habla de las flores del puente (ahora que están a punto de abrirse).
Ahora que no estás, ¿con quién voy a alardear sobre cómo nos excluían al ponernos de ejemplo? La diferente eras tú; ahora tan sólo me mimetizo con el ambiente. ¿Y cuándo fui a tu lado tan sólo porque me dijiste que todo era más bonito cuándo tienes un tobillo torcido? Aunque, bueno, siempre estuvo torcido.
Te echo tanto de menos que resulta difícil no darse cuenta. Incluso después de cuatro años, las últimas estrellas en el amanecer son testigos de cómo pienso en ti.
Tan sólo éramos dos niñas, ¿por qué aprendiste tan rápido marcar a fuego?