T W E N T Y N I N E

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[Inspirado en el capítulo 71 de Shingeki No Kyojin].

Alguna vez en nuestra vida nos han dicho (o mandado indirectas) de que todos somos especiales. Destacar en algo, tener talento, un don, algo con lo que el mundo te reconozca y sepa diferenciarte de otras personas. Y no se equivocan; tan solo hace falta buscar. Pero, ¿qué pasa si no lo hace? ¿Y si tan solo es alguien gris, sin algo con lo que hacerse notar? Pues se da por pérdido. Si no encuentras tu campo no eres nadie. Así es como nos enseñaron desde pequeños.

Recuerdo en esos días de primaria en los que todo era más fácil, y, mientras los demás sabían multiplicar hasta la tabla del 5, siempre había alguien que no podía destacar en nada. Y así era como su autoestima bajaba, porque crecíamos en un mundo de genios que pensaban que eran tontos porque no entendían donde se suponía que tenían que destacar. Y es que deberían aprender que el gris es también un color.

Después están los que sí tienen eso que le gusta tanto a la gente; el talento, pero su premio se lo lleva otra persona. A mí siempre me ha gustado dibujar. Cualquier papel delante de mí estará rayado por carbono, y es por eso por lo que la gente piensa que tengo talento. Pero siempre pienso que no me lo merezco, no por mi baja autoestima, sino porque mis garabatos no se pueden comparar con los artistas que exponen en la calle.

Y es que se tendría que inculcar a las futuras generaciones que, por haber nacido en este mundo, ya son lo suficientemente destacables. Hacerles saber que son especiales, y no más tristes personas viviendo en un mundo de forma invisible.

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