Me di cuenta de que he acabado siendo un número, un adjetivo, una imagen que no quiero dar y una orientación. Alguien que no sabe dar y desprecia lo recibido. Odio ser el cliché de adolescente deprimida que no quiere nada salvo qué se le escuche, pero, ¿quién va a entenderme si no sé hablar?
Me rompieron el corazón de tantas maneras que ya no sé a quién querer y a quién amar, cómo si no haya sido apreciada por nadie y busqué lo más preciado entre esas personas sabiendo que nunca lo conseguiré.
Eso, y qué hoy cumplo quince años.