34. Sueños.

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Había pasado una semana desde que habíamos regresado a Argentina, nos costó volvernos a adaptar al horario de acá, incluso los que aún iban al Blake se veían como zombies, a algunos les estaba costando más que a otros, creo que llevarlos por 1 mes fue demasiado para su cuerpo, se adaptaron muy bien al horario de allá, pero al volver a su rutina parecía que el sueño se los comería vivos.

A Matteo, Nico, Simón y Pedro se les veía agotadisimos físicamente, Juliana en cuanto puso un pie en Argentina, quiso ir al Roller y hacer limpieza general, por supuesto que no deje a los chicos morir solos y los ayude en la limpieza del Roller, aún que no recibía un sueldo como tal, ellos me permitían tener barra libre por las distintas cosas que le hacía a Juliana o con las que les ayudaba a los mismos chicos, aún así no me aprovechaba de eso y casi siempre les pagaba.

— Tn, nos ayudas en la pista por favor, hoy no viene Luna, dijo que tiene un examen de prueba en el Blake— pidió Simón desde el otro lado de la barra, asentí sin contestar saque mis audífonos de mi suéter deportivo y luego de colocarme uno, camine hasta los lokers a ponerme mis patines.

Hace mucho no me subía en ellos.

Volver a patinar se sentía raro, habían pasado casi 2 meses y medio desde que no me había vuelto a subir a unos, al menos de ruedas, porque en Munich habíamos ido a una pista de patinaje pero de hielo. Aún que tenías que hacer lo mismo, era distinta la sensación.

Vi a unas cuantas chicas que tenían dificultades para mantenerse lejos de los barandales, les ayude a tener un poco más de confianza en ellas.

Otras les costaban el movimiento llamado trompo, y de igual manera los ayudaba, para cuando me había dado cuenta el tiempo había pasado demasiado rápido y la pista debía ser cerrada.

Me avisó Nico que empezará a desalojar a la gente de la pista y así lo hice.

Al salir estaba exausta, no recordaba que tanto tiempo en los patines dejaban una sensación rara en mis piernas como si aún estuviera patinando, Nico y yo platicamos hasta llegar a la cafetería donde se encontraba Simón y Ámbar sentados en uno de los sillones.

Algo se removió dentro de mi, pero preferí ignorarlo, si le empezaba a dar importancia arruinaría todo. Agite la cabeza para disipar ese extraño sentimiento y camine hasta ellos.

— Hola— me deje caer en el sillón exausta.

— ¿Como te fue hoy?— Ámbar centro su atención en mi, ¡Si!

— Demasiado cansado para mí gusto, no pienso volver a cubrir a Luna en la pista— recargue mi cabeza en sus piernas y dejé las mías en lo largo del sillón. — No se cómo se la puede vivir en patines, es horrible, aún siento las piernas como si los trajera puestos— me removí incómoda.

— Tal vez porque ya te fastidiaste de los patines, te obligaban a hacerlo, es normal que ahora que no tienes una presión sobre ti no los quieras volver a tocar— acaricio mi cabello rubio y cerré los ojos ante el tacto.

— Si supongo que es eso— suspiré.

— ¿Por qué te obligaban?— pregunto Simón.

— Porque así le llenaba el bolsillo a mi queridísimo papá— dije con sarcasmo.

— ¿Quieres ir a cenar a mi casa? — Pregunto Ámbar.

— Mmm pero tendré que volver caminando a la mía, me encantaría pero estoy agotada— hice puchero — Mejor ven a la mía, solo has ido una vez ahí.

— De acuerdo, avisaré— iba a sacar su teléfono pero Simón no se lo permitió.

— No te preocupes, en un rato iré para allá, yo les digo que te quedarás con ella— le sonrió, en cambio yo por dentro, hervia de rabia.

La chica nueva / soy lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora