39. Diluvio.

80 4 0
                                    

Fue un traslado realmente corto, cuando más necesitaba que el tiempo se detuviera, nunca lo hizo.

Un poco decepcionante sobre todo cuando durante semanas senti como si se hubiera parado el mundo por completo.
Tenía miedo, miedo por un rechazo más, miedo por su reacción, miedo de despedirme.

Se que puedo mejorar de igual manera aquí en Buenos Aires, pero mi mente está cansada y físicamente también lo estoy, siento que estoy irreconocible desde que llegué aquí, ahora hay unas bolsas oscuras bajo mis ojos, mis ojos se han hundido un poco, mis huesos se notan mas en cualquier parte de mi cuerpo por dónde vean.

Mi cabello comenzó a caerse de una manera impresionante y ahora está más seco, ya no tiene el brillo que solía tener.

Mi piel es más áspera como si durante este tiempo no hubiera consumido ni un gota de agua.

Incluso se que no tengo la misma fuerza que antes, ni siquiera sé si puedo volver a cargar a alguien tan fácil como antes lo hacía en los entrenamientos.

Lloraba cinco días de siete que tiene la semana, es agotador despertar con un dolor de cabeza todo el tiempo. Y si no lloró me la paso dormida,es cansado sentir que dormiste por tanto tiempo pero no descansaste ni una mierda porque tu mente te juega chueco la mayor parte de esas horas dormida, cuando despiertas con lágrimas, con sed, con imágenes que se repiten hasta que vuelves a quedar dormida de nuevo y así un ciclo sin fin.

Durante todo el trayecto Matteo sostuvo mi mano con seguridad, nunca la soltó, siempre ahí, siempre firme.

Baje del taxi luego de que jalara mi mano, mi cuerpo estaba presente pero mi mente no. Creo que prefería mantenerme en la luna que en mi realidad, algo que últimamente estaba sucediendo.

— Todo saldrá bien, ya lo verás— me sonrió dándome confianza — Nos aceptará de nuevo.

— ¿Por qué hablas en plural?

— Porque desde que tu desapareciste, yo también lo hice.

— eso no puede ser, a mi departamento siempre iban dos personas luego de las 2.

— Yo no era Tn, yo iba casi siempre en la noche entre las 8 y las 10.

— ¿Entonces quien mierda tocaba mi puerta junto con Ámbar?

— Tendremos que averiguarlo supongo— se alzó de hombros y tocó el tiemble de la reja de la mancion.

Un particular caminar de modelo se visualizo a lo lejos, iba vestida de blanco con su cabello suelto y alborotado dejandolo ser libre con el viento. Apostaba que traía la colonia que nos gustaba, podía olerla desde lejos, ese toque cítrico y floral se hacía notar desde kilómetros.

— Vaya vaya...— se cruzó de brazos — ¿Ya no estoy viendo bien o veo dos fantasmas?

— Vamos Ámbar déjate de juegos— dijo Matteo defensivo, le apreté la mano en señal de que bajara sus humos.

— ¿Podemos hablar Rubia?— su mirada se centro en mi luego de que hablara.

Podía ver la duda en sus ojos azules, abrir o no abrir la reja, hablar o no hablar con nosotros.

Asintió mordiéndose el cachete interior y abrió la reja.

— Pero que sea rápido, me esperan en una hora— mi mente decía ¿Quien la espera? Pero mi boca termino diciendo.

— Si, tranquila, será rápido— sonreí incómodamente.

Llegamos hasta su jardín y ahí nos sentamos los 3 viendo el jardín y sus grandes Árboles.

La chica nueva / soy lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora