Prólogo

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Desde muy pequeño entendí la responsabilidad de lo que es ser un alfa, el siempre tener que ser perfecto, mis calificaciones siempre las mejores, ser todo lo que mis padres deseaban que fuera pero ¿Qué niño de 9 años se siente feliz con eso?

No tener amigos y que los libros fueran mi única compañía, me acostumbre a siempre estar en casa... todo eso cambio un día, que no esperaba, que simplemente llego y que me cambio la vida para siempre.

Era una de esas fiestas en la que estaban prohibidos los betas, mis padres estaban entusiasmados porque su hijo de 9 años encontrara un omega al cuál reclamar como suyo ¿en serio? Los padres alfa no tienen piedad de sus pobres hijos que tenemos que aguantar sus caprichos.

-Hijo.

-¿hmmm? –respondí a la voz de mi madre sin despegar mi vista del libro.

-¿puedes venir? Deja un momento tu libro cariño... necesitas salir un poco, tal vez aquí puedas encontrar a un omega de una buena familia.

-Si hubiera aquí un omega que captara mí atención, te aseguro que no estaría aquí leyendo un libro.

-¿Por qué eres tan frío? Solo tienes 9 años...- aparte mi mirada del libro y la voltee a ver, sus ojos grises me miraban atentamente, le devolví la mirada gris al igual que la de ella.

-Soy todo lo que ustedes quieren que sea- le deje el libro en sus manos y despegue mi espalda de la pared- haré lo que ustedes quieren que haga.

Camine entre todas las personas, me detenían para saludarme, como el hijo de una familia francesa muy reconocida era normal que me conocieran, me presentaban a sus hijos omegas y algunos alfas, nadie captaba mi atención, a lo lejos pude ver a mi padre, rodeado de más personas que seguro le pedían que fuera el alfa de sus hijos omegas, esto es un fastidio.

No sé cuánto tiempo pase así, alrededor de tanta gente, los niños omegas me suplicaban que captara mi atención en ellos, chicas o chicos por igual, pero en su mirada se veía que tampoco deseaban esto. Estaba aburrido, deseaba regresar a casa y volver a leer hasta que sentí como alguien jalaba de mi pantalón, baje la vista y ahí estaba...

Un niño de más o menos un año, me miraba con sus ojitos cafés llenos de lágrimas, estiro sus brazos y los acepte, recargo su cabeza en mi hombro y empezó a llorar fuerte, algunas miradas voltearon a verme, no tenía ni idea de que hacer, lo único que se me ocurrió fue tallarle la espalda y susurrar que ya pasaría, no esperaba que supiera hablar, solo quería que dejara de llorar.

-Tranquilo...

-Ma...

-¿Qué?

-Mamá...

-¿estás perdido?- solo asintió.

Vaya... un niño de un año que entendiera las cosas de esa manera, me sorprendió, el niño seguía llorando por su mamá, ahora todos me veían, mis padres por igual, pero no me ayudaban, yo no tenía ni idea de cómo cuidar a un niño... hasta que lo entendí... este niño es un omega, su olor era muy poco, pero logro quedarse en mí, logre encontrar el ligero olor a vainilla...

-Bebé... cariño

-Mami...- la madre del niño me lo quito de los brazos y sentí un pequeño vació... maldición, ese bebé... definitivamente era mi omega.

-¿señora?

-Wolf.

-Señora Wolf... no sé si sea muy atrevido y si eso sea posible-el niño me miraba atentamente, como si quisiera grabarse mi cara- pero ¿cree que podría entregarme a su bebé como mi omega?

Jamás te olvide.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora