3:00 am 11 de abril, sábado.
Mierda, no puedo dormir y ahora ha regresado el celo, ¿Qué hago? No tengo las pastillas que me dio Damien... Damien, demonios, por él es que no he logrado dormir desde que se despidió de mí, es un alfa desgraciado. Lo odio.
No lo odio en si... pero por su culpa no he logrado dormir y ahora tendré que complacerme a mí mismo...
Unos minutos después, después de renegar y gritarle hasta de lo que no a Damien por no salir de mi mente, logró correrme pero sin nada de satisfacción. Odio los celos. Odio ser un omega. Odio a Damien. Odio al sol.
¿Sol? Mierda... acaba de amanecer, no dormí absolutamente nada ¿Cuánto tiempo estuve haciéndome el menso mientras me masturbaba?
Me acuesto y cierro los ojos, prácticamente le obligó a mi cuerpo a dormir, cosa que logró en unos minutos.
-Nathan... amor...
-Quiero un pastel de fresa...
-¿Hablando dormido? Eres realmente tierno...- siento como besa mi mejilla y sonrió, mi madre tenía tiempo sin despertarme de esa manera.
-Madre... déjame dormir 5 minutos más.
-No soy tu madre, Nathan.
Esa voz, abro los ojos y me siento de golpe en la cama, miro a todos lados y encuentro a Damien parado a un lado de mi viendo toda mi habitación con los brazos cruzados y con sus ojos grises atentos a las paredes, dado que solo están las maletas de mis cosas, esos ojos me cautivan y aprovecho para verlo.
Con su camiseta polo de color negra que hace que se le marquen los brazos, los cuales son musculosos, un pantalón de mezclilla y unos zapatos informales que parecen botas de color café. Me muerdo el labio inconscientemente y me doy una cachetada mental por haberme perdido en el cuerpo de Damien por unos minutos.
-¿Te gustan las vistas?
-¿De qué hablas? ¿Y qué demonios haces en mi habitación? Vete, quiero seguir durmiendo.
-Oh, pero... ¿Qué vas a hacer con tu problemita de ahí? –apunta hacía mi entrepierna y ¡oh, demonios!
-Pervertido... deja de mirarme- me tapo con la cobija y me sonrojo.
Lo miro a él y ya no tiene el rostro burlón que tenía hace poco, su mirada a cambiado y su rostro se ve de indiferencia se acerca a mí y se sienta en la orilla de la cama. Su olor inunda mis fosas nasales y cierro los ojos.
Embriagante, así es su olor, cuando abro los ojos lo veo muy cerca de mí y se ve intimidante, como si quisiera atacarme en cualquier momento.
-Vine a despertarte, tu madre quería hacerlo pero le dije que lo hacía yo... tu olor sigue estando muy fuerte, Nathan, quiero marcarte.
-¿Qué? ¿Marcarme? Para eso... ¡pervertido! Todavía no nos casamos y... y... y... no, mis padres y los empleados están en casa... y yo... no puedo hacerlo con un desconocido.
Las carcajadas de Damien me sacan de mi preocupación, arrugo el entrecejo y lo miró feo, me levanto de la cama y lo empujo, el me mira y deja de reírse, estoy cerca de preguntarle qué es lo que quiere cuando su mano va hacía mi cintura, me acerca a él y me besa.
Me pierdo en sus labios y su aroma, cuando me suelta sigue con su cara indiferente, me suelta, saca de su bolsillo una caja de pastillas y me la da.
-Controla tu celo o no me voy a poder detener Nathan, baja en unos minutos, desayunas y nos vamos, no tengo todo tu maldito tiempo.
-¡Hey! ¿A qué se debe ese estúpido cambio de humor? Crees que puedes hacer conmigo lo que se te de tu gana solo por ser un alfa, solo porque acepte, si vas a actuar de esa manera Damien, no creo que esto funcione.
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Jamás te olvide.
RomanceDamien es un alfa francés que a los nueve años no logra entender porque tiene que ser perfecto ante la sociedad y su familia. Hasta que un día tras ir a una fiesta social de Alfas y Omegas de las familias más conocidas de Francia, conoce a un pequeñ...