Complacencia

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La luz del sol golpeó su rostro con fuerza, obligándolo a voltear por completo su cuerpo hacia el lado contrario, en un intento vano por ignorar la molesta iluminación. Su cabeza dolía y sus ojos le ardían por la falta de sueño, no sabía con exactitud a qué hora había perdido la consciencia pero podía suponer con bastante razón que no había sido hace más de tres horas atrás.

Con un suspiro de fastidio cedió a su incapacidad de volver a conciliar el sueño, permaneciendo recostado pero sin atreverse a abrir los ojos, probablemente si lo hacía quedaría ciego por la falta de sueño. Suspiró pesadamente mientras aquellos pensamientos, esos que no le dejaban dormir el día anterior volvían a su cabeza, repitiéndose en un espiral desesperante que solo incrementaba esa sensación horrible en su pecho.

Estaba totalmente consciente de su enamoramiento por el conejo, lo había aceptado parcialmente y ahora solo quedaba seguir adelante, el problema era que realmente no sabía cómo hacerlo.

La idea de ir, pararse frente a su mejor amigo y declararse de la forma más lamentable posible -porque así es como sería, lo garantizaba-, le provocaba náuseas y un creciente auto-desprecio difícil de superar. Por otra parte, escuchar los patéticos consejos del búho y del gato no parecía ser lo más sensato tampoco, estaba casi seguro de que ni siquiera tenían pareja como para poder presumir ser los mejores en el romance, seguramente solo se estaban entreteniendo con su desgracia. Y a pesar de todo eso, su opción restante era tragarse sus sentimientos, reprimirlos hasta que desaparecieran y sufrir en silencio cuando su adorable conejito consiguiera pareja, cuidar a sus pequeños conejos hijos y convertirse en el zorro más amargado del mundo.

Soltó un suspiro nuevamente, cada idea que tenía era peor que la anterior, y cada una le llevaba a un final lamentable y patético. Parecía que su vida estaba destinada a ser de esa manera, especialmente porque no podía ni pensar en si mismo junto a algún otro ser de manera romántica, una hembra o un macho, no importaba porque no era Yamaguchi.

Notó los pasos fuera de su puerta y una de sus orejas se movió intentando escuchar con atención, todo gracias a sus instintos, notando que eran las pisadas de aquel ser que le atormentaba de una manera maravillosa tan solo con su existencia.

- ¿Está todo bien Tsukki? - Escuchó decir a aquella voz suave con un toque de preocupación, sintiendo su corazón latir fuertemente y notando como el dolor de cabeza disminuía poco a poco.

- Si, enseguida salgo - Respondió antes de mirar al techo con molestia, estaba siendo un estúpido complaciente consigo mismo.

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Creo que se siente lenta la historia pero espero que les vaya gustando!

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