Let us be together

Extra 3. De gatos y perdón.

Kenma se encontraba jugando con una araña que colgaba de la rama de un árbol cercano, la tarde estaba bastante caliente y la pereza se había apropiado de su cuerpo. Desde el incidente con Bokuto, Kuroo había insistido en pedirle perdón un par de veces sin embargo esta vez sí que se había sentido avergonzado, además de que le dejó con ganas de terminar aquello, pero obviamente no le diría eso al de pelaje negro. 

Bostezó mientras se estiraba con gracia sobre el fresco pasto del bosque, a penas sería poco pasado del medio día y tenía ganas de volver a dormir. Se acercó a un hueco en el tronco de un árbol cercano y se acomodó ahí dispuesto a tomar una reconfortante siesta. El sueño comenzaba a apoderarse por completo de su cuerpo cuando escuchó el crujir de unas ramas cercanas a su escondite, alzó una oreja en alerta intentando escuchar algo más que le indicara si había algún intruso en su escondite.

-Kenma ya discúlpame, no fue mi culpa que Bokuto no comprendiera la situación en que estábamos -Habló con sufrimiento fingido intentando convencer al otro felino, desde hace días que no le dejaba tocarlo y empezaba a sufrir síndrome de abstinencia. 

El de pelaje manchado al saber de quien se trataba relajó los músculos que se habían tensado por culpa de la anticipación, por lo menos Kuroo tenía la decencia de avisarle con su voz cuando estaba cerca. Se debatía internamente si ya perdonar a su insistente amigo o  seguir hasta que le ofreciera algo bueno a cambio, el de pelaje obscuro solía regalarle comida o juguetes cuando se molestaba con él. 

-Te traje un poco de salmón, así que ya déjame hacértelo. -Kenma olvidó todo el sueño y la molestia cuando escuchó la ofrenda que el contrario le ofrecía, lo dejaría pasar por el momento.

-Salmón. -No era necesario que dijera explícitamente que le perdonaba, su compañero sabía interpretarlo mejor que nadie.

Con alegría y satisfacción el mayor se acercó al contrario, al fin tendría un poco de tiempo con el otro, solo esperaba que ningún zorro decidiera hacer algo que le interesara a su amigo emplumado hasta que terminara.