Intervención inoportuna.

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Escuchó la puerta de la entrada y un par de largas y peludas orejas se asomaron por allí mientras los curiosos ojos de Tadashi le miraban fijamente.

-¿Deseas algo en especial de desayuno? -Le cuestionó la dulce voz de su amigo con una diminuta sonrisa y los ojos aún adormilados. Simplemente negó con la cabeza y observó como el otro desaparecía dentro del templo, tarareando alguna canción que seguramente habría escuchado por ahí, tan alegre como de costumbre. Soltó un suspiro cargado con una mezcla de sentimientos, entre cansado y satisfecho, algo que se estaba volviendo común para él.

-Eso no salió muy bien. -Escuchó decir a una voz cercana, que tenía matices de burla e ironía. Volteó hacia su derecha descubriendo un felino de color negro sentado en la rama de un árbol cercano, lamiendo su pata izquierda con desesperante lentitud.

Un gruñido de irritación escapó de su garganta y con fastidio se levantó para volver dentro, no toleraría a alguien como aquel felino, sin embargo esa molesta voz volvió a hablar antes de que pudiese escapar.

-Eres muy obvio zorrito, un depredador y su presa, qué divertido. No tardarás demasiado antes de devorarlo. - Fue lo último que alcanzó a oír, junto a una risa por demás divertida, antes de desaparecer dentro del viejo edificio de madera.

Una vez dentro tomó asiento en la mesa del comedor, dio los buenos días al sacerdote y mientras comían entre una plática del conejo, Tsukishima no pudo quitar sus ojos de su peludo mejor amigo, repasando sus facciones con su afilada mirada.

Las palabras de aquel gato se habían quedado incrustadas en su mente, repitiéndose incesantemente como un eco interno; quizás tenía algo de razón aquella molesta e irritante criatura.

Let us be togetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora