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En Forks, la noche era tranquila y el cielo despejado permitía que la luna llena iluminara la casa de los Cullen.
En el interior, Anahari y Carlisle disfrutaban de un momento íntimo después de que ella hubiera bebido la sangre que él había traído del hospital.
Carlisle sostenía a Anahari en sus brazos, ambos recostados en el sofá de la sala de estar.
La calidez de su amor y la serenidad del momento hacían que el mundo exterior pareciera lejano y sin importancia.
-¿Te sientes mejor?
preguntó Carlisle, acariciando suavemente el cabello de Anahari.
-Sí, mucho mejor
respondió ella, sonriendo con gratitud.
-Gracias, Carlisle. No sé qué haría sin ti.
Carlisle la miró con ternura, sus ojos llenos de amor incondicional.
-Haré lo que sea necesario para verte feliz, Anahari. Siempre.
De repente, ambos sintieron una presencia inquietante cerca de la propiedad. Carlisle se puso alerta, sus sentidos agudizándose. Con cuidado, ayudó a Anahari a levantarse y la sostuvo firmemente.
-¿Lo sientes?
preguntó Carlisle, con su voz en un susurro bajo y tenso.
Anahari asintió, sus ojos mostrando preocupación.
-Sí, hay alguien cerca. No es una sensación familiar.
En ese momento, Edward, Alice y Emmett entraron apresuradamente en la casa. Edward fue el primero en hablar, su expresión grave.
-Carlisle, Anahari, hay dos vampiros cerca. Alice los vio mientras cazábamos. Están merodeando por el bosque al este de aquí.
-¿Están acercándose?.
preguntó Carlisle, con su mirada fija en Edward.
-No están lejos
confirmó Edward.
-Parecen estar buscando algo... o a alguien.
Alice, siempre perceptiva, miró a Anahari con preocupación.
-Tenemos que estar preparados. No sabemos cuáles son sus intenciones, pero no podemos correr riesgos.
Carlisle apretó suavemente la mano de Anahari, sus ojos transmitiéndole calma y seguridad.
-No dejaré que te hagan daño, Anahari. No mientras yo esté aquí.
Anahari asintió, confiando plenamente en Carlisle y en la protección que su familia le ofrecía. La unión de los Cullen siempre había sido su mayor fortaleza.