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La búsqueda de Anahari llevaba ya décadas, y aunque Carlisle había logrado muchas cosas en su vida como médico y como defensor de la vida humana, su corazón seguía sintiéndose vacío.
El peso de la soledad y la incertidumbre lo aplastaba en momentos de calma, cuando el bullicio de la vida diaria no lograba distraerlo de su dolor más profundo.
Una tarde, después de un agotador día de trabajo, Carlisle decidió quedarse en su oficina para descansar un poco. Se sentó tras su escritorio en la comodidad de su silla , cerrando los ojos por un momento. Fue entonces cuando la visión llegó a él, tan vívida y clara como un sueño.
Anahari apareció ante él, luciendo un majestuoso collar de diamantes. El collar tenía un gran diamante azul en forma de corazón, que brillaba con una intensidad casi hipnótica. La imagen de Anahari, con ese collar alrededor de su cuello, era deslumbrante. Carlisle sintió una oleada de emociones, una mezcla de amor y anhelo, al verla.
Al abrir los ojos, la visión desapareció, pero el impacto que había dejado en Carlisle fue profundo. No podía dejar de pensar en lo hermosa que se veía Anahari con ese collar. Decidió salir de su oficina y caminar por las calles de la ciudad, intentando despejar su mente.
Mientras caminaba no paraba de pensar en esa pequeña visión, posiblemente hecha por el agotamiento mental tanto por su trabajo como por su auto tortura que el mismo se infligia todas las noches.
Mientras lo hacía, fue entonces cuando, de repente, se detuvo ante una tienda de joyas. En el escaparate, vio un collar que se parecía increíblemente al de su sueño. No era exactamente igual, pero el diamante azul en el centro tenía la misma forma de corazón.
Carlisle entró en la pequeña joyería con un propósito claro en mente. Había pasado años buscando a Anahari, y aunque no la había encontrado, quería estar preparado para el día en que finalmente se reencontraran.
Quería hacer algo especial, algo que simbolizara su amor y su compromiso. Decidió mandar a hacer un collar inspirado en la mujer que había capturado su corazón.
El joyero, un hombre mayor con ojos amables, lo recibió con una sonrisa.
-¡Oh, Doctor Cullen!. ¿En qué puedo ayudarle?.
preguntó el joyero con una sonrisa al ver al amable doctor de la ciudad en su local.
Carlisle señaló el collar en el escaparate.
-Quiero ese collar.
dijo, su voz llena de determinación, sin importarle el precio que tuviese esa pieza, pues sabía que lo valía.
- Pero me gustaría hacer algunos cambios.
El joyero asintió, interesado.
-Claro, doctor cullen. Podemos hacer cualquier ajuste que desee. ¿Qué tiene en mente?.