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Carlisle ya no era el niño que soñaba con un amor imposible, ni el adolescente que desafiaba a su padre por un anillo y una promesa.
Ahora, como un adulto, había sido forzado a seguir los pasos de su padre como cazador de criaturas sobrenaturales.
La muerte de su madre había dejado un vacío en su vida, un vacío que solo se llenaba con el recuerdo de Anahari y la esperanza de encontrarla algún día.
Su relación con su padre, una vez tensa, se había convertido en una guerra fría. Carlisle obedecía las órdenes de su padre, pero en su corazón, seguía siendo el mismo joven soñador que había jurado encontrar a la mujer que amaba.
Carlisle caminaba con pasos firmes pero silenciosos por el oscuro bosque, siguiendo las huellas de una criatura que su padre había calificado como peligrosa.
El anillo de Anahari colgaba de su cuello, un recordatorio constante de su promesa y de su amor perdido.
En su soledad, Carlisle encontraba consuelo en la escritura. Cada noche, después de las cacerías, se retiraba a su habitación para escribir en su diario.
Sus pensamientos estaban llenos de Anahari: su rostro, su voz, la promesa que había hecho de encontrarla.
Una noche, después de una cacería particularmente dura, Carlisle y su padre estaban en casa, preparando sus armas y herramientas.
La tensión en el aire era palpable.
-Carlisle, debes ser más firme en tus convicciones .
dijo su padre, su voz dura y autoritaria.
-No puedes mostrar debilidad cuando enfrentamos al mal.
Carlisle levantó la vista, sus ojos llenos de una mezcla de cansancio y desafío.
-No todas las criaturas que encontramos son malvadas, padre. Algunas solo están tratando de sobrevivir, igual que nosotros.
Su padre frunció el ceño, su desdén evidente.
-Ese tipo de pensamiento te hará vulnerable. Ya hemos perdido a tu madre. No perderé a mi hijo también por su ingenuidad.
Carlisle apretó los puños, sintiendo una ola de ira y dolor. La mención de su madre siempre era un golpe bajo.
-Madre entendía la compasión, algo que tú nunca has podido comprender .
respondió Carlisle, su voz baja pero cargada de emoción.
El padre de Carlisle observó con creciente desdén la cadena que asomaba por el cuello de su hijo, reconociendo el anillo que colgaba de ella. En un arranque de ira, se lanzó hacia él, arrancando la cadena con fuerza.
Carlisle, anticipando sus intenciones, lo detuvo, sujetando la mano de su padre antes de que pudiera arrojar el anillo al fuego.