El timbre sonó. Me levanté del sillón y abrí la puerta. No esperaba ninguna visita, no me imaginaba quien podría ser.
—¿Qué haces acá? —pregunté, sorprendida y extrañada.—Te fuiste... E ignoraste mis mensajes y llamadas.
—Sí, Joa. No puedo con esto. Estoy con Manu y lo sabes.
Salí de mi casa y cerré la puerta detrás mío. Mi abuela estaba viendo una novela en el living y no quería molestarla con los murmullos nuestros.—Emi, me volvés loco. No podés besarme y luego desaparecer por semanas. Mucho menos pasar la noche conmigo y a la mañana irte como si no sintiéramos nada, como si no te importara—dijo, clavándome una mirada profunda con esos hermosos ojos verdes.
Tragué saliva antes de hablar.
—Joa... Sí me importás, pero no puedo, perdón. Manu me gusta.
—¿Y yo no? —No podía mentirle, así que desvié la mirada—. Decime que no te gusto, que no sentís nada por mí y te prometo que te dejo en paz.
—No es tan fácil...
Un viento frío me impactó e hizo que me de un escalofrío. Crucé mis brazos sobre mi pecho para sentir un poco de calor.
—Sí, lo es. —Mientras hablaba, se desabrochó la campera y la colocó sobre mis hombros. Le agradecí con una sonrisa—. Podemos simplemente subirnos al auto y escapar juntos. Nada nos detiene.
Me hizo gracia y un poco de ternura que tuviera esa idea tan descabellada en la cabeza, y la dijera como si no tuviéramos toda una vida detrás.
—Joa... Por favor —pedí. Si hace tres o cuatro meses me mencionaban que estaría envuelta en esta situación no lo hubiese creído, incluso me hubiese reído.
—Decilo. Decilo y no te molesto más.
En su mirada se notaban las ganas de querer abrazarme, pero se contenía. No voy a mentir, yo también lo hacía. Quería acercarme a él y sentirlo, sentir sus caricias, sus labios, sus manos en mi cintura. Quería besarlo con la misma intensidad que lo había besado ayer. Quería desvestirlo con el mismo deseo que lo había hecho ayer. Y sin darme cuenta, cada vez estaba más cerca de él. Era casi hipnótico como me miraba y hacía que quiera más de él.
—Yo...
Un auto que conocía bastante se estacionó detrás del auto de Joa. Frente a mi casa. Frente a nosotros. Di un paso atrás y miré el suelo.
—La puta madre —maldije.
—Hola —dijo Manu, bajando del auto. Joa suspiró frustrado, pero se dio vuelta con una sonrisa para saludarlo. Cuando se acercó, volvió a hablar—: ¿Vine en un mal momento?
—No, no —me apresuré a decir con una sonrisa. Una falsa—. Joa me trajo algo que me olvidé, pero ya se iba, ¿no?
Lo miré, esperando que me siguiera la corriente. Tardó unos segundos en reaccionar.
—Sí, ya me iba —dijo. Se acercó a saludarme con un beso en la mejilla y me susurró—: Cuando te decidas no dudes en buscarme.
Se me erizó la piel, pero no dejé que lo notara. Me acomodé la campera que se estaba deslizando por mis hombros. Una campera que era de aquel rubio que no salía de mi cabeza. Una campera que él no me pidió. Una campera que yo no pensé en devolvérsela. Tenía su perfume y quería seguir oliéndolo por algunas horas más.
Joa se subió a su auto y tocó la bocina en forma de saludo. Luego arrancó y se fue. Manu se acercó más con una sonrisa y me dio un beso rápido.
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Entre besos y dudas (2024) (Terminada)
RomanceEmilia siempre ha contado con sus amigos para todo. Entre ellos está Manu, su leal compañero de años, que secretamente ha estado enamorado de ella. Aunque Emilia nunca lo vio de esa manera, un reencuentro despierta su curiosidad y la lleva a conside...