Mi celular vibró. Esperé a que el profesor terminara con la explicación para fijarme quién era. Rápidamente, pasé de estar feliz, por el increíble fin de semana que había pasado con Joaquín, a sentir mucha culpa.
Manu: Emii, ¿hoy hacés algo?
Manu: ¿Querés venir a cenar?Y una vez más, estaba llena de dudas y culpa. ¿Cómo le iba a decir que ya no quería estar con él? ¿Cómo le iba a decir que ya no era lo mismo? ¿Qué por fin había encontrado a alguien que me hacía sentir amor real y ese alguien no era él?
Ir a cenar con él era un buen momento para decirle la verdad. Así que decidí escribirle un simple "Creo que tenemos que hablar". A los pocos segundos, me llegó un "Bueno" de su parte. Su respuesta no me dejaba ver si se lo había tomado bien o si estaba preocupado.
Nerviosa, volví a mi casa y esperé hasta la noche para que Manu me pasara a buscar. Mi abuela no tardó en darse cuenta de que algo pasaba, pero solo se limitó a decirme que todo estaría bien y que no me preocupara. Era imposible no hacerlo. Solo pensaba en las mil maneras diferentes en que podría reaccionar él.
Cuando escuché el timbre, agarré mis cosas y salí.
—Hola —dijo, con una simple sonrisa.
—Hola —dije. Sonreí con culpa.
Me abrió la puerta del auto y yo subí. Le agradecí antes de que cerrara la puerta.
Durante el viaje hasta su casa, solamente hablamos de qué íbamos a comer. Él tenía ganas de cocinar, pero yo prefería pedir algo. No quería que él perdiera tiempo cocinándome, sabiendo que le iba a terminar todo. Al final, logré convencerlo de pedir algo. Y después nos sentamos en el sillón.
—Bueno... ¿De qué querías hablar? —me preguntó.
Me miró fijo, lo cual hizo más difícil que empezara a hablar.
—¿No preferís esperar a que llegue la comida? —pregunté, tratando de atrasar el tema lo más posible.
—Como vos quieras. Yo prefiero hablar lo más pronto posible, así que te escucho.
Tomé aire y empecé a jugar con la colita que tenía en mi muñeca.
—Creo que... Lo mejor es dejarlo acá... —dije. No levanté la cabeza hasta que escuché su suspiro.
—¿Por qué? Pensé que estábamos bien —dijo, confundido. Se notaban algunas lágrimas en sus ojos, pero por el momento no parecían querer salir.
—Sí, lo estamos. Pero ya no me siento como antes, y no quiero lastimarte más en el futuro. Por eso prefiero decírtelo ahora.
—¿Es por algo que hice?
—No, no —me apresuré a decir—. Vos hiciste todo bien, no tengo de qué quejarme. De verdad. Pero no me puedo forzar a sentir lo mismo que vos. Perdón...
Cada vez me estaba costando más hablar. Sentía que cada palabra que salía de mi boca era como un puñal para él.
Él solo miraba al piso, con los ojos llenos de lágrimas. Cada vez que pestañeaba, alguna caía sin permiso.
—¿Te puedo preguntar algo y que me seas 100% sincera? —me preguntó. Esta vez me miró. Yo asentí, sin saber qué vendría a continuación—: ¿Pasó algo con Joa o tiene algo que ver en tu decisión?
—¿Qué? —dije, con una risa nerviosa. No me esperaba esa pregunta para nada. Él me miraba fijo esperando mi respuesta. Empecé a negar con la cabeza—. No, no, no.
Manu me seguía mirando fijo, como si no me creyera. Yo bajé mi cabeza, para evitar su mirada que me hacía sentir culpa.
—Es por él, ¿no?
—Te juro que no. Él no tiene nada que ver con mi decisión.
—Emi, por favor. Nunca me miraste como lo miraste a él en ese video. Hasta el más boludo se daba cuenta.
—Perdón... —Fue lo único que pude decir. Él suspiró.
El timbre sonó.
—Seguro es la comida. Si querés, después de comer te llevo a tu casa. No me gustaría que vuelvas en micro a esta hora.
Sin dejarme responder, se levantó y descolgó el teléfono, que estaba cerca de la puerta, para avisar que ya bajaba. Los minutos que tardó en bajar y volver a subir se me hicieron eternos. Solo quería cenar e irme, aunque no sé si la primera sería posible con el nudo en el estómago que se me había hecho.
Manu dejó la comida en la cocina.
—¿Vos querés comer? Yo no tengo hambre —mencionó. Negué—. Bueno, no sé... ¿Ya querés que te lleve? Supongo que no hay nada más para hablar.
—Perdón —volví a decir. Era lo único que se me ocurría—. No sé ni cómo ni cuándo pasó. Yo...
—Ya está, Emi. No trates de explicar nada —dijo, con un tono cansado e irritado. Sin decir nada ni mirarlo, agarré mis cosas y me acerqué a la puerta. Él agarró sus llaves y me llevó hasta mi casa.
El camino fue algo incómodo, pero más lo fue la despedida. No sabía si darle un beso en el cachete, saludarlo con la mano o un simple "Nos vemos".
Entré a mi casa envuelta en culpa, alivio, tristeza y muchas otras emociones. Con todo ese revuelto, me fui a dormir.
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Entre besos y dudas (2024) (Terminada)
RomanceEmilia siempre ha contado con sus amigos para todo. Entre ellos está Manu, su leal compañero de años, que secretamente ha estado enamorado de ella. Aunque Emilia nunca lo vio de esa manera, un reencuentro despierta su curiosidad y la lleva a conside...