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—¿Cómo me veo? Estoy nerviosa. ¿Decís que así estoy bien o me pongo otra cosa? Capaz me tendría que poner el vestido blanco o el lila. —Nerviosa, me miraba al espejo, dando vueltas y revisando mi maquillaje.

Joa se acercó por atrás y puso sus manos en mi cintura para besarme el cuello.

—Estás hermosa, amor —susurró. Sus manos fueron a mi espalda para bajar el cierre del vestido sin dejar de besarme el cuello. Ver por el espejo cómo me acariciaba y cómo me miraba solo hacía que mi deseo aumentara.

Antes de que empezara a bajar las tiras del vestido, lo frené. Si seguíamos así íbamos a llegar tarde, y esa no era una buena primera impresión para sus padres.

Me miró haciendo puchero; yo acaricié su mejilla y me reí.

—Subime el cierre, por favor —pedí, dándome vuelta otra vez.

Con delicadeza, me subió el cierre y me abrazó.

—Estás muy bonita, en serio. Ya no te preocupes, ¿sí? Va a salir todo bien.

Dejó un suave beso en mi mejilla y yo le sonreí. Inhalé profundamente y agarré mi cartera.

—¿Vamos?

Asentí con desconfianza.

Durante el viaje hasta la casa de Candela, la hermana de Joa, traté de relajarme cantando un poco. Funcionó, pero cuando frenamos frente a la casa, los nervios volvieron. Joa entrelazó nuestras manos y me dio un beso antes de tocar el timbre. Me miró y me dedicó una de esas sonrisas tranquilizadoras.

—Hola, chicos —dijo Cande cuando abrió. Se acercó y me abrazó fuertemente—. ¿Cómo estás, Emi? Hace mucho que no nos veíamos.

Joa soltó mi mano cuando su hermana empezó a arrastrarme dentro de la casa mientras me hablaba.

—Bien bien, ¿y vos, Cande? ¿La facu cómo va?

—Bien. Ya sabés cómo es. No veía la hora de que llegaran las vacaciones —dijo, riendo.

—Sí, es verdad.

Pasamos a la cocina donde estaban Graciela, la mamá, y Juan, el padre, sentados en la mesa viendo la televisión. Ambos nos miraron con una sonrisa cuando aparecí con Cande. Ella se sentó y, a los segundos, apareció Joa a mi lado.

—Hola, hijo —dijo Graciela. Se paró y abrazó a Joa. Cuando se separaron, ella se acercó a mí y también me abrazó—. ¿Cómo estás, Emi? Ay, que linda que estás.

Ella me acarició el rostro mientras me miraba con una sonrisa. Joa solo se rió y pasó a saludar a su padre. Juan se levantó y empezó a felicitarlo por su show de hace unos meses.

—Bien, Gra. ¿Ustedes cómo están? ¿Les fue bien en el viaje para acá?

Después de saludar a Juan, todos nos sentamos. Joa a mi lado y Cande en frente mío; al lado de ella, Graciela y, en la punta, se sentaba Juan.

—Sí, por suerte sí. Fue cansador solamente, pero no hubo ningún problema —me contestó dulcemente.

—Sí, excepto por ese bebé que no dejaba de llorar. No me dejó dormir en todo el viaje —se quejó Juan, lo que nos causó gracia.

—Ay, no seas exagerado, Juan. Lloró como 10 minutos y después se calmó y te dormiste todo el resto del viaje.

Juan rodó los ojos y Graciela se rió.

El temporizador del horno sonó. Cande se levantó y trajo la comida. Había hecho pastel de papas; tenía un olor tremendo. La ayudé a servir y después empezamos a comer.

—¿Y, Emi? Vi que estás sacando canciones también, ¿cómo te está yendo con eso?

—Sí, me está yendo bien. Mejor de lo que esperaba, la verdad. Al principio no estaba muy segura de sacar canciones, pero Joa me ayudó bastante.

—Bien, entonces. Estuve escuchando algunas de tus canciones, ¿cuál me habías mostrado hoy?

—"Tu mirada" —le respondió Cande.

—Esa. Me gustó mucho, y a Juan también, ¿o no?

—Sí, me sorprendiste bastante, querida. Tenés buena voz —dijo él.

Esos pequeños halagos hicieron que me sonrojara.

—Gracias, en serio. —Les sonreí y volví a bajar la cabeza de la vergüenza. Joa puso su mano en mi pierna y la acarició.

—La primera vez que la escuché cantar no lo podía creer. Tenía muy escondido ese don —agregó Joa con una sonrisa orgullosa.

Después, Juan le preguntó a Cande cómo le estaba yendo en la facultad. Hablamos sobre mi carrera también, las canciones de Joa y varias cosas más. Sin darme cuenta, ya estaba mucho más relajada. Gra era muy amable y cariñosa conmigo, y Juan, a su manera, también lo era. Me habían hecho sentir cómoda durante todo el almuerzo.

—¿Y tus padres ya lo conocieron? —me preguntó Gra. Ella me hacía compañía mientras terminaba de lavar los platos.

—No no, ellos no... están. Fallecieron hace mucho. Yo vivo con mi abuela —respondí con naturalidad. Ellos habían tenido un accidente cuando yo era muchísimo más chica que les costó la vida y no tenía muchos recuerdos, así que no me afectaba hablar de ellos o que me pregunten. La cara de mi suegra había cambiado totalmente—. No pasa nada igual. Yo era muy chica, así que no tengo más recuerdos que lo que me cuenta mi abuela. Aunque estoy segura de que si lo hubiesen conocido les hubiese caído bien.

Ella me sonrió, pero se notaba avergonzada. Para reconfortarla le conté de la vez que mi abuela había conocido a Joa. Rápidamente, ella se olvidó de la pregunta que me había hecho y seguimos hablando sobre otras cosas.

(***)

—Viste que no era para tanto —me dijo Joa cuando subimos al auto. Miré por la ventana y saludé una última vez a mis suegros y a Cande.

—Ya sé, pero yo estaba nerviosa igual. Imagínate si les caía mal.

Joa se rió.

—Si ellos ya te conocían y les caías bien, ¿por qué ahora les caerías mal? ¿Por qué te convertiste en mi novia?

—Puede ser. Uno nunca sabe. Capaz pensaban que no era lo suficientemente buena para vos o esas cosas que suelen decir los padres.

Él no paraba de reírse con las cosas que yo decía.

—Pero mirá lo que decís, amor. Si mis viejos ven que yo estoy feliz y me haces bien, van a aceptarte.

—¿O sea que no les caí bien por ser como soy, sino porque te hago feliz? —pregunté bromeando.

Él se mordió el labio con una sonrisa y negó con la cabeza.

—Cada cosa decís, amor.

—Te amo.

—Yo más.

Aprovechó que el semáforo estaba en rojo y me dio un beso rápido en los labios. Sentía que el corazón me iba a explotar de tanto amor que sentía. Joa me hacía cada día más feliz y amaba haber coincidido con él en esta vida.

Entre besos y dudas (2024) (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora