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—Abu, hoy voy a cenar con Manu. No me esperes.

—Bueno, Emi. ¿A dónde van a ir? —preguntó.

—Dijo que quería cocinar algo, así que nos vamos a quedar en su casa.

—¿Y ya son novios? —cuestionó. Su curiosidad me causó gracia.

—Ay, abuela —dije riendo—. Nos estamos conociendo, yo no sé lo que quiero todavía.

—¿Pero si es tu amigo hace años no se supone que ya lo conoces?

—Sí, pero es diferente. No sé como explicarlo.

—Bueno. Cuídate, es lo único, y no solo en la calle. —Me dirigió una de esas miradas pícaras y yo entendí todo. Asentí con una sonrisa y seguí maquillándome.

Una vez que ya estaba lista, solo tuve que esperar algunos minutos antes de escuchar el timbre. Al salir Manu me esperaba con una sonrisa. Me saludó con un beso corto y me abrió la puerta del auto para que pueda subir.

Me sentía tan feliz y cómoda con él que durante las citas la pasaba muy bien. Manu tenía bastante de lo que buscaba para una relación seria. Era tan amable, bueno e inteligente, sin hablar del atractivo físico. Pero aún así dudaba sobre tener una relación con él. Y no por él, sino por mi. Yo no me sentía segura de estar lista para una relación. Tenía muchas cosas para pensar y este no era el momento para eso.

Cuando llegamos a su casa, me rodeó un ambiente cálido al ver que había bajado la intensidad de las luces y al escuchar la música de fondo. No le presté mucha atención, pero creo que era algún cantante en inglés. Dejé mis cosas en el recibidor y pasé a la cocina donde tenía todo preparado para empezar a cocinar.

No era la primera vez que venía a su casa, pero sí la primera que la veía con otros ojos. Notaba que estaba más ordenada que las otras veces que había venido. 

Manu me alcanzó el control de la televisión para que pusiera música y después empezó a cocinar. Él quería hacer fideos con salsa carbonara, según él eran su especialidad.

—Te tengo que enseñar a manejar un día de estos —mencionó mientras cortaba cebolla.

—Ay, sí. Dale —dije. La idea de estar frente al volante me llenaba de emoción—. Hace un montón que tengo ganas de aprender.

—¿Mañana haces algo?

Pensé un poco y luego negué con la cabeza, seguido de un "No".

—Bueno, mañana podemos empezar.

—¿Mañana? —pregunté sorprendida. Manu me miró y asintió nervioso, esperando que dijera que si—. Sí, dale.

Le avisé a mi abuela que me quedaba a dormir, para que se quedara tranquila y no me buscara a la mañana siguiente.

Después de cenar, nos acostamos a ver una película, pero yo no duré mucho y me dormí rápido.

Al otro día, me desperté a media mañana y vi que Manu no estaba en la cama. Me levanté para buscarlo. Lo encontré en la cocina preparando el desayuno.

—Buen día —dijo cuando me vio.

—Hola —dije con una sonrisa—. ¿Qué estás preparando?

—Estaba haciendo unos cafés con galletitas para llevarte a la cama —me explicó señalando una bandeja que tenía al lado.

—Ay, qué lindo que sos.

Me acerqué para darle un beso en la mejilla. Él me agarró de la cintura y me dio un beso en los labios.

Terminó de hacer los cafés y nos volvimos a acostar en la cama.

—¿Estás lista para manejar? —me preguntó mientras desayunábamos.

—No sé, estoy nerviosa.

—Vos tranqui. Mientras que no me choques el auto, estamos bien —dijo riendo.

Me explicó rapidamente lo que tenía que hacer, pero lo iba a entender más una vez que estuviera arriba del auto.

Primero me llevó a un barrio donde no pasaban autos seguido e iba a poder probar tranquila, sin todo el quilombo de la ciudad.

Me fue dando instrucciones que fui siguiendo con un poco de miedo. Primero, prendí el auto. Luego, apreté el embrague, puse primera y saqué el freno de mano.

—Ahora tenés que ir apretando el acelerador de a poco y al mismo tiempo ir soltando el embrague, ¿se entiende? —preguntó. Yo asentí—. Mirá por los espejos que no venga nadie y mandale.

A pesar de hacer lo que él me dijo, el auto se paró. Me sentí muy frustrada y apoyé la cabeza en el volante.

—Ya está. Nunca voy a aprender —dije rendida. Manu se rió y yo lo miré mal.

—Emi, tranquila. Intentá de vuelta. Soltá más lento el embrague.

Volví a intentarlo. Prendí el auto, apreté el embrague y puse primera. Lo miré desconfiada, pero su mirada me tranquilizó.

Apreté el acelerador un poco y fui soltando el embrague mucho más lento que la vez anterior. El auto se fue moviendo y yo sonreí, sintiendo alivio y felicidad.

—Sí, mirá. Se mueve —dije feliz, riendo mientras miraba a Manu, que me sonrió orgulloso.

—Bien. Ahora soltá el acelerador, apretá el embrague y poné segunda, y hacé lo mismo que hiciste para salir, pero un poco más rápido.

Seguí sus instrucciones, esta vez con más confianza. El auto respondió sin problemas y yo me emocioné. Tal vez sí podía aprender a manejar después de todo. Pasamos el resto de la mañana practicando, haciendo que cada vez tomara más confianza, hasta que llegó el mediodía y nuestros estómagos empezaron a hacer rugir reclamando comida.

Luego de parar el auto, cambiamos de lugar para volver a su casa.

Él puso su mano en mi pierna acariciándola. Yo lo miré y sonreí.

—Lo hiciste bien —dijo—. Otro finde podemos seguir practicando.

—Sí. Gracias —le respondí.

Aproveché que el semáforo estaba en rojo y lo besé dulcemente.

Me sentía tan feliz por haber manejado aunque hayan sido unas pocas cuadras y por estar con Manu. Toda la confianza, paciencia y amor que me tuvo fue tan sincero. Cada vez consideraba más tener una relación con Manu, pero tampoco quería apresurar las cosas. Por el momento, me sentía bien así. Sin formalizar nada por el momento.

Entre besos y dudas (2024) (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora