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—¿Pasó algo con Joaco? —preguntó Manu mientras cenábamos. Su cara no expresaba nada. No me dejaba saber si se había enterado de algo o solo era curioso.

La inesperada pregunta me puso nerviosa, pero logré calmarme con rapidez.

Las cosas con Joaco estaban aclaradas desde hace pocas semanas. Aunque al principio sentía culpa al ir a su casa, con el tiempo dejé de sentirla. Ya no hubo más "deslices". Hasta estaba pensando en ir al estudio en estos días, viendo que las cosas ya estaban más calmadas. Además, la canción con el video que grabamos lo había hecho despegar, así que se mantenía bastante ocupado componiendo para un nuevo álbum.

Por otro lado, la relación con Manu se sentía estancada. No me había dejado de gustar, pero tampoco avanzaba. A veces estar sola en mi casa o con él en la suya me daba lo mismo; se sentía todo igual. Ni siquiera éramos pareja, pero sentía que habíamos caído en la monotonía de una relación. Aunque no sabía cuál era el problema exacto y tampoco me gustaría herirlo, él parecía estar feliz con lo que teníamos. A menudo me encontraba preguntándome si esto era todo lo que había para nosotros o si nos deparaba un mejor futuro.

—No, ¿por qué? —pregunté.

—No sé. A veces me siento un poco tenso cuando estamos los tres. O cuando él esta presente.

—¿Tenso? ¿Cómo incómodo?

—Sí... No me prestes atención, seguro es una boludez mía —dijo, mirando su plato y jugando con su tenedor. Yo me mordí el labio sin saber qué decir.

Él seguía sin saber nada de lo que había pasado con Joaco. Así se iba a quedar también. No quería que se arruinara su amistad ni mucho menos nuestro grupo, solo por un error mío.

—Tenés que relajarte, Manu. Si somos amigos, ¿por qué te sentirías tenso?

Agarré su mano y la acaricié. Él me miró y me sonrió.

—No sé... Capaz es la facu que me tiene así, por los parciales.

Me levanté para pararme detrás de él y puse mis manos en sus hombros.

—Tal vez te vienen bien unos masajes...

Masajeé un poco para que se relaje. Le di algunos besos en el cuello. Él se dio vuelta para empezar a besarme.

—O me puede venir bien otra cosa... —dijo, mirándome de arriba abajo. Me alzó mientras me besaba y me llevó a su habitación.

Entre besos húmedos y caricias llenas de deseo, la ropa fue desapareciendo.

(***)

Estábamos terminando de almorzar con Manu cuando me dijo de ir a practicar manejar. En todo este tiempo habíamos estado practicando bastante, según él ya estaba lista para salir a la calle. A mí me daba miedo, pero la confianza que él me tenía me hacía sentir un poco más segura.

Primero, me hizo cruzar una avenida, y después solo dimos vueltas por zonas más concurridas que donde había estado practicando.

—Ya sabes manejar básicamente. Ahora tenés que aprender a estacionar, lo más importante —mencionó, tranquilo.

—¿Estacionar? —pregunté, con un poco de miedo.

—Sí. Dobla acá y buscamos algún lugar.

Puse el guiñe y doblé. Seguí a una velocidad baja para buscar un lugar donde pudiera estacionar.

Una vez que lo encontramos, me explicó cómo hacerlo y me fue guiando.

—Todavía no sé cómo me tenés tanta confianza —dije, riendo.

—Porque te quiero, Emi. Además, una relación se basa en la confianza.

Frené y lo miré fijo.

—¿Una relación? —No sabía si hablaba de una relación formal o no.

—Terminá de estacionar —ordenó de manera suave. Yo saqué el pie del freno y seguí—. Ya sé que no tenemos una relación formal, como vos decís, pero sigue siendo una relación. Y si no te tengo confianza para que aprendas a manejar, vamos por mal camino.

—Es verdad. ¿Pero no te da miedo que lo choque o te lo rompa? —Dejé el auto en punto muerto y con el freno de mano puesto, ya había terminado de estacionar—. Listo.

Manu abrió la puerta, miró e hizo una expresión que no supe descifrar.

—Un poco lejos de la vereda, pero bastante bien para ser la primera vez. Ahora salí y vamos para casa.

Asentí emocionada.

Llegamos a su casa solo para que yo agarre mis cosas y poder volverme a la mía.

—Tendrías que quedarte un domingo o día de semana.

Me había acostumbrado a venir los fines de semana y estaba cómoda así. Durante la semana, cada uno tenía sus rutinas y todavía no sabía si quería que cada uno forme parte de la rutina del otro.

—Sí, no sé. Es que desayuno con mi abuela antes de irme y no me gustaría dejarla sola —mentí, pero solo un poco. Que desayunaba con mi abuela era verdad, pero ella no tenía problema en que no esté una mañana. Seguramente se iría a desayunar a lo de una amiga o vecina.

—O, no sé, vernos un poco más seguido capaz... —Se notaba nervioso. A una parte de mí le pareció tierno, pero a la otra le resultó un poco pesado. Ese sentimiento de pesadez me hizo sentir incómoda. ¿Cómo es posible que lo sienta pesado cuando ni siquiera éramos pareja y me estaba "reclamando" algo totalmente válido?

No quise pensar en que pasaría en un futuro si seguíamos así. Solo le sonreí y le di un beso rápido.

—Sí, está bien. Tengo que hacer un poco de tiempo.

Él asintió y me dio otro beso.

—Te quiero mucho, Emi. Sos hermosa.

—Yo también te quiero, Manu.

Me bajé del auto y entré a mi casa. Antes de cerrar la puerta, lo saludé con la mano.

—Hola, Emi —dijo mi abuela—. ¿Cómo la pasaron?

—Hola, abu. Bien, hoy practiqué estacionar —le empecé a contar mientras dejaba mis cosas y me desabrigaba un poco.

—Muy bien, mi amor. Te está sacando buena ese chico —dijo. Yo sentí un pequeño calor en mis mejillas y me reí—. ¿Cuándo lo vas a traer para cenar?

—Ay, abu. No es mi novio.

—¿Qué tiene? ¿No puede venir a cenar si no es tu novio? Tomi y Joa también vienen a comer y no son tus novios.

—Ellos son mis amigos, es diferente. Y no digo eso. Es solo que... No sé, no es el momento.

—Está bien. Pero al que me tenés que traer es a Tomi. A él no me podés decir que no. Lo extraño...

Me reí y le dije que sí.

Su última visita había sido hace alrededor de dos meses. Para mi abuela, Tomi era un nieto más, así que lo extrañaba bastante. Pensé un poco y probablemente lo invite en la semana, si ambos coincidiamos con los horarios.

Entre besos y dudas (2024) (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora