—Creo que quiero probar algo nuevo... —mencionó Joa. Nico lo miró con curiosidad.
—¿Algo como...? —pregunté.
—No sé... Algo más... ¿Alternativo? O, no sé, algo distinto.
Sin perder tiempo, Nico empezó a buscar en las carpetas de su computadora.
—¿Qué te parece esto? —Nico desconectó los auriculares para que el beat sonara por los parlantes. La cara de Joa fue cambiando de confusión a parecer agradarle lo que estaba escuchando.
—Se me ocurrió algo —dijo. Rápidamente se metió en la cabina, se puso los auriculares y empezó a improvisar sobre la base. Yo lo miraba totalmente impresionada por su talento; yo tardaba hasta una semana en terminar una canción.
Me miró, me guiñó el ojo y empezó a tirar rimas sobre mí. Cada vez me sentía más enamorada de él.
—Es bueno —comentó Nico.
—Sí —respondí con orgullo—. Debería hacerle video a otra canción, como hizo con "Morocha". Eso lo ayudó.
Y no mentía. Más de una vez lo habían reconocido a la salida de mi facultad solo por ese vídeo. Se acercaban todos con el mismo discurso de "Vos sos el de Morocha, ¿no?" y él siempre respondía feliz.
—Yo le dije lo mismo, pero cree que no va a tener tanto éxito como tuvo con "Morocha". Que "solo fue suerte de principiante" —lo imitó haciéndome reír.
—Ojalá se animara a hacer proyectos más grandes...
—Hubo partes un poco raras, pero me gustó cómo quedó. —Joa salió de la cabina emocionado—. Pero lo terminamos otro día, ¿te parece?
Nico asintió. Hizo algunas cosas en la computadora y Joa aprovechó para abrazarme.
—¿Vos no querés grabar nada?
Negué con la cabeza.
—No. No tengo nada que me guste.
Había escrito varias canciones en este mes, o al menos lo había intentado. Esta vez no habían salido tan bien como la primera. Creo que lo mío sí había sido suerte de principiante.
—La que me mostraste el otro día me gustó. ¿Cómo era...?
—¿"Tu mirada"?
—Esa. ¿Se la mostraste a Nico?
Volví a negar.
Nico me miraba intrigado y Joa de manera insistente. Suspiré, rendida, y saqué la hoja de mi mochila para pasársela a Nico.
—Hay cosas que no me gustan —dije tímida.
Nico me aconsejó cambiar algunas frases de lugar y algunas palabras por otras. La canción iba tomando forma, cada vez me gustaba más.
Después, con Joa nos fuimos. Yo tenía que estudiar para los finales que me quedaban y Joa simplemente me iba a hacer compañía, además de que me ayudaba a estudiar porque le podía explicar los temas.
Llevé mis apuntes a la mesa mientras Joa preparaba todo para tomar mates. Estudié casi una hora hasta que me cansé. Me acosté sobre la mesa y solo miraba a Joa.
—¿Ya está? —preguntó. Yo asentí con cansancio—. ¿Tan poco vas a estudiar? Ni media hora estuviste.
Yo sabía que hacía eso para que estudiara un poco más, trataba de motivarme de esa manera, pero hoy me sentía muy cansada como para seguir.
—Sí. Por hoy ya está. Me duele todo el cuerpo.
Joa se levantó y se paró detrás mío. Cariñosamente empezó a masajear mis hombros. Yo cerré los ojos y sonreí. No había una sola cosa que hiciera mal con las manos, era bastante habilidoso.
—¿Querés que te cuente algo antes de que te quedes dormida en la mesa? —Sin abrir los ojos asentí—. ¿Te acordás que siempre te traía porque decía que tenía que venir para acá? Bueno, a veces era mentira. Lo usaba de excusa para estar más tiempo con vos.
Abrí los ojos por la confesión. Sus masajes pararon y me dio un beso en la cabeza.
—¿Vamos a acostarnos? —preguntó.
—Sí. ¿Pero cómo que lo usabas de excusa? ¿Y después de dejarme qué hacías?
Empecé a juntar las fotocopias, cuadernos y todas mis cosas para llevarlas a mi pieza.
—Me volvía a casa. Por eso una vez te dije que creía que Tomi sospechaba de que me gustaras. Él veía que te decía que tenía que ir para allá a hacer algo, pero después de dejarte solo volvía a casa.
—¿En serio? Lo hacías re obvio, amor.
—Es que yo no estaba seguro de lo que sentía, pero a veces solo tenía ganas de estar más tiempo con vos. O de consentirte también, por eso te cocinaba lo que sabía que te gustaba o le preguntaba a Tomi qué podía cocinarte.
—Te costó bastante aceptarlo entonces.
Nos acostamos en la cama, frente a frente. Su mano acariciaba mi cintura y la mía hacía pequeños mimos en su cabeza. No importaba cuánto sueño tenía, yo solo intentaba mantener los ojos abiertos para poder mirar a Joa. Esos atrapantes ojos verdes, esos labios del tamaño perfecto que encajaban sin ningún problema con los míos. O esos pequeños, casi imperceptibles, lunares que tenía en el rostro. No eran muchos, pero el que más resaltaba era el que tenía un poco más arriba de la comisura. Le agregaba un detalle tan lindo a su sonrisa que deseaba que me dedicara una toda la vida.
—A vos también. "Ay, no, es que a mí me gusta Manu, no podemos estar juntos" —me imitó de forma burlesca. Yo rodé los ojos. El nombre de Manu hizo que me estremeciera al pensar en como habían terminado las cosas y en qué hasta el día de hoy no lo había vuelto a ver.
—No fue así, lo sabes.
—Lo que importa es que ahora estás conmigo.
Se acercó y yo lo besé. Al separarnos, los dos sonreímos cansados, y entre mimos y caricias nos dormimos casi al mismo tiempo.
ESTÁS LEYENDO
Entre besos y dudas (2024) (Terminada)
RomanceEmilia siempre ha contado con sus amigos para todo. Entre ellos está Manu, su leal compañero de años, que secretamente ha estado enamorado de ella. Aunque Emilia nunca lo vio de esa manera, un reencuentro despierta su curiosidad y la lleva a conside...