Capítulo 3. El hombre que socializa.

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Londres, Inglaterra. 24 de Septiembre de 1882.

11:35 a.m

Martin William Urrutia, hijo primogénito y futuro Duque de Fairfax, habla siete idiomas a la perfección, los cuales fue adquiriendo desde muy corta edad y perfeccionando gracias a los constantes viajes que realizaba con su padre, aumentando su fluidez debido a las prácticas que hacía día tras día. Tenía una facilidad para la palabra exquisita, singular, tanto que dejaba atónito a todo aquél que lo subestimaba por ser tan joven – ya que ha logrado a sus dieciocho años más cosas de los que muchos se imaginaban jamás, incluso más que Lucas Urrutia, su padre.

Era tan bueno a la hora de aprender que se memorizaba todo con tremenda facilidad, y su memoria era impecable y perfecta. Sabía tocar el violín, el piano y el arpa, y cuando su familia realizaba una cena, baile o reunión siempre tocaba sonetos de Mozart o Beethoven que causaban escalofríos en la gente cada que lo escuchaban tocar, con sus dedos ágiles moviéndose, sus ojos cerrados y mostrando cuánto disfrutaba lo que interpretaba. Por supuesto que no superaban a semejantes intérpretes, pero el sentimiento era tan abrumador que cualquiera pensaría que jamás murieron. Asimismo, era muy bueno bailando, su porte perfecto y su vestimenta impecable, como era de esperarse de alguien de su nivel. Siempre se mostraba presentable – con su cabello no peinado le daban cierto toque diferente que no pintaba en lo indecente. Su sonrisa era atrayente y sublime.

Y mientras más escuchaba a lady Woothaund hablar, Juanjo sentía que en su cara se formaba una mueca de horror y desespero, enfatizada gracias a las palabras de lady Woothaund, que no dejaba de resaltar cuán perfecto era el Duque de Fairfax. Juanjo se hubiese burlado por el hecho de que él no era aún un Duque, pero sería tonto considerando que ni siquiera él es un Conde aún.

Cuando lady Woothaund terminó, sus mejillas estaban teñidas de un color carmesí debido a la excitación; Juanjo dirigió su mirada a sir Eagles, quien tenía un brillo burlón en sus ojos. Apenas abrió su boca para hablar, Juanjo sintió una mano sobre su hombro, y cuando se giró sobre sí mismo vio a su padre ahí, sonriente y confiado – al lado de él su madre y, al final, Martin.

Juanjo se tuvo que morder los labios para no lanzar improperios.

–Lady Woothaund, sir Eagles, qué encantadora sorpresa el verlos por aquí – socializó su padre, quien se acercó a saludarlos mientras su madre repetía la acción. Martin seguía ahí, de pie.

–El sentimiento es mutuo, lord Goodshawn. Permítame confesarle que su hijo es tan encantador como siempre–comenta sir Eagles, mirando a Juanjo con una gran sonrisa en su rostro–. Es bueno rodearse de tan buena compañía como lo es él.

Augustus mira a su hijo, sonriendo, pero Juanjo puede entrever cierta incomodidad en el gesto – en especial por el constante miedo de que su hijo se sienta atraído hacia otra cosa que no sea la política, a pesar de que Juanjo le ha dicho varias veces que no desea dedicarse a algo referente a las fábricas o maquinaria. Al fondo, las voces de las demás personas parecen ser cada vez más lejanas, y Juanjo no sabe decir si es porque en efecto están lejos de él, o si está tan distraído que no les da ningún tipo de importancia.

Escucha a su padre carraspear, y es entonces cuando Juanjo ve la presencia de Martin a su lado.

–Cariño, qué maravilla el verte por aquí–la voz de lady Woothaund llega a sus oídos, suave, cálida. Alegre–. ¡Pero mira qué guapo te ves? ¿Ha venido tu padre contigo?

–Lady Woothaund, permítame decirle que el día de hoy se ve excepcionalmente espectacular – y Martin habla, tranquilo y confiado, inclinándose para besar el dorso de la mano de lady Woothaund con delicadeza, con una sonrisa surcando en sus labios–. Sir Eagles, lo mismo digo de usted. En cuanto a su pregunta, mi lady – sí, mi padre ha asistido a la conferencia. Está por ahí, con mi hermana, pavoneándose de cuán bella está la única mujer de la familia.

Violines bajo el agua  | JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora