Capítulo 7. El hombre que incomoda.

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La cena transcurrió sin problema alguno, con las típicas charlas mientras se come, aunque Juanjo tuvo la sensación de que fue demasiado rápida y tranquila en comparación con las anteriores. En el momento en que Augustus se puso de pie para proponer un brindis, todo el mundo en la mesa le prestó la atención debida, algunos con sonrisas en sus rostros mientras que otros le miraban con detenimiento.

Con una leve sonrisa en el rostro junto con un porte orgulloso, su padre agradeció a todos los que estaban presentes, la calidez que la compañía le brindaba, la confianza que le depositaban, así como la bella canción que le dedicaron. Juanjo vio cómo Lucas alzaba más la copa en respuesta, mirando a Augustus a la cara. La habitación estalló en aplausos, sin sonar ruidosos, pero creando el ruido suficiente como para que se escuchara en la habitación de al lado.

Minutos después de las palabras de su padre, los platos fueron retirados por los sirvientes y los invitados se abrieron paso, de nuevo, a la sala de baile. La orquesta volvió a tocar, con música alegre, preciosa – Juanjo observando a las parejas bailar de un lado a otro, en sintonía, con bellos movimientos elegantes. Incluso sus padres estaban bailando. Juanjo no pudo evitar ver lo felices que se veían juntos, de cómo lucía el amor entre ellos a pesar de todas las cosas que habían pasado como matrimonio.

Para su mala suerte, Charlotte lo encontró demasiado rápido y lo forzó a bailar con él. Era una falta de respeto el negarle a una dama el honor de concederle una pieza, en especial cuando la ocasión servía para mostrar de forma sutil sus movimientos y su belleza. Tuvo que reprimir un suspiro exasperado, tomando a Charlotte de sus pequeñas manos para guiarla a la pista de baile. Miró en la dirección en donde se encontraban sus padres, bailando, hasta que Selene volteó su rostro hacia él, sonriéndole de oreja a oreja. Juanjo quiso gritar de frustración.

–Hace tiempo que no bailamos, Juanjo–le había dicho Charlotte en cuanto Juanjo la tomó de la cintura para guiarle los pasos.

–Desde que éramos unos niños.

Charlotte era la primera dama que postulaba para futura prometida y esposa de Juanjo. Sabía que sus tíos morían por esa unión, ya que no sólo su hija se casaría con alguien que vieron crecer desde que nació, sino que ellos recibirían más poder, aunque sea un poco, además de que se volverían más sobresalientes en todas las reuniones que fueran. Era un hambre de fama y poder grande, en busca de beneficios propios que venían gracias al matrimonio. Al hermano de Charlotte se notaba que no le agradaba la situación, pero Juanjo sabe que él prefería eso a que un completo desconocido empezara a cortejar a su hermana menor.

Además de ello, era normal casar a parientes entre ellos con tal de aumentar las herencias y mantener el buen linaje. En algunas ocasiones, desde pequeños se les incitaba a estar juntos en un sentido doméstico, acostumbrarlos a la presencia del otro para que entendieran que su futuro estaba ahí, a su lado, que en unos años más se casarían, harían una bella pareja para luego tener descendientes.

A Charlotte le enseñaron que el amor de su vida es Juanjo. Aún lo recuerda muy bien. Para mala suerte de sus tíos, esas clases y pláticas que le dieron a él quedaron donde pertenecen.

Enterradas y en el pasado, con la importancia debida. Sin ningún valor.

–Siempre nos decían que éramos una bella pareja. ¿Lo recuerdas? –el brillo de esperanza en su rostro le llamaba a Juanjo, gritándole.

–No.

Sí, sí lo recordaba. Pero ahora que eso no era de su interés – jamás lo sería, lo sabe – no existía necesidad alguna de decirlo en voz alta para así darle falsas a esperanzas a su propia familia. No lo haría.

Bailaron dos piezas, Charlotte mirándolo de forma constante a los ojos mientras él observaba todo su alrededor, menos a ella. Encontró a John bebiendo con sus primos, todos sonrientes; Frank, con su porte maduro y responsable, estaba con Ruslana y Paul, prestándole toda su atención. Vio a lady Woodhaunt junto a sir Eagles, bailando también, con movimientos expertos, apasionados, seguros. Charlotte la hablaba, despacio, tratando de obtener su atención, pero él siempre se limitaba a contestar con monosílabos o palabras escuetas.

Violines bajo el agua  | JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora