Capítulo 23. Ese hombre, sufriendo

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Juanjo se sintió cada segundo de su viaje en América cómo su culpabilidad se multiplicada. No paraba de sentirse un cobarde, al haber aceptado aterrorizado ese horrible destino. Sin embargo, trataba de recordar las palabras de ánimo de Martin, que le alentaban diciendo que él era valiente, que continuara su ritmo, que la situación era complicada y que jamás trataría de culparle por algo que él mismo estaba sufriendo como el que más.

Si bien Charlotte y él se encontraron con personas que se comportaban de forma similar a algunos de sus conocidos, la base de su fortuna provenían no de la familia, sino del empeño que le ponían a su trabajo u oficio, algunos con negocios sobre experimentos u otros trabajando en grandes editoriales. Las calles siempre se veían concurridas de personas, algunas haciendo compras en los puestos que se ponían a plena calle, importándoles poco si se ensuciaban las botas o si las mujeres terminaban manchándose las faldas de su vestido. Él había pensado que América tenía cierto aire más liberal hasta que también se encontró con la otra cara de la moneda. Esa parte oscura que muchos tratan de negar o justifican de mil maneras para seguir haciendo de las suyas, rebajar del nivel humano a muchos para así brindar lo mejor a otros.

Juanjo recuerda haber leído en uno de los tantos periódicos de ese mismo año– poco antes de que todo sucediera, antes de que su vida cambiara por completo–que el gobierno de América había aceptado en su Constitución el que se rechace o discrimine a alguien por ser de distinta raza; aún tiene el vago recuerdo de verse en la necesidad de dirigirse al despacho de Augustus para comprender ciertos conceptos de los cuales no tenía idea alguna, todo gracias a que el poder en ambos países recaían sobre personas distintas, con un control por completo diferente así como labores que no se parecen entre sí.

Primero que nada jamás había visto a tantos asiáticos en su vida en un solo lugar. La mayoría de los inmigrantes que llegaban al Imperio eran judíos o irlandeses, quienes en ocasiones contaban con sus propios negocios o terminaban formando parte de esa minoría que era ignorada por muchos y por los que en ocasiones se escandalizaban; sin embargo en América todo era distinto. A ellos se les trataba de forma horrible, eso lo vio con sus propios ojos – de cómo eran sacados de distintos lugares por el simple de hecho de ser asiáticos, algunos burlándose de ellos por la misma razón.

No entendía mucho sobre el tema por las diferencias que había entre su país y ese, además de que le parecía demasiado complicado como para prestarle la suficiente atención.

Conoció a distintas personas que en ocasiones quedaban maravillados con su acento o inclusive se burlaban de él por no trabajar y centrarse en cosas más ridículas como el aprender idiomas o saber bailar un buen vals, ir a la ópera todas las noches o a preocuparse por verse bien vestido. Juanjo odiaba alguna de esas cosas pero no quería contestar ya que se encontraba demasiado avergonzado como hacer algo al respeto; a Charlotte tampoco le había ido tan bien, pero como ella se encontraba feliz de que él estuviera a su lado en ocasiones lo olvidaba en cuestión de segundos.

En América fue por primera vez que vio un teléfono de verdad. Había escuchado y leído de los grandes avances que se habían hecho en ellos desde hace varios meses, pero debido a que Augustus era alguien que prefería lo antiguo sobre lo moderno jamás intentó hacer algo para adquirir alguno. Él quedó maravillado por lo útil que podía llegar a ser–cómo una voz pasaba de alguna distancia hasta llegar a su oído–así como la mejora que tenían sobre las cartas, algo de lo cual disfrutaba en escribir pero el lapso que tardaban en entregarse en ocasiones era demasiado.

También fue en América en donde vio a mujeres viviendo juntas, como amigas, algo que en Inglaterra era visto como escandaloso debido a que se consideraba que ellas necesitaban de alguien que las protegiera o de quién depender–el hombre quien era el que daba la cara en las reuniones sociales–en su vida diaria, por lo que ese tipo de situación en su mayoría no era bien vista. Sin embargo, si bien la imagen también podría representar algo como alguna posible relación entre esas dos mujeres, los americanos parecían pensar que era imposible que existiera algún tipo de atracción romántica entre ellas. Las mujeres eran poco más capaces para hacer lo que quisieran así como para tomar las decisiones que consideraban lo mejor para ellas, sin problema alguno, algo que en ocasiones escandalizó a Charlotte en especial cuando en una reunión a la que asistieron vio a algunas bebiendo sin problema alguno.

Violines bajo el agua  | JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora