Capítulo 15. El hombre que teme.

715 47 11
                                    

Juanjo sintió que el calor se le subía a las mejillas.

–Debes de estar bromeando.

Frente a él, en botas y ropa para montar a caballo, Martin le sonrió de oreja a oreja mientras asentía con parsimonia; las voces de Ruslana y Paul estaban de fondo, ambos peleando pero al parecer tratando de mantener las apariencias para que su hermano no les escuchase y terminaran castigados.

–Hablo muy en serio.–Le dijo en un tono infantil y de reclamo. Martin últimamente estaba más suelto que nunca.

Juanjo no puede evitar negar con la cabeza con rapidez.

–¡Pero tú y yo...! En definitiva tu ropa me va a quedar apretada.

Ve a Martin suspirar con cansancio pero con un destello burlón en sus ojos. Juanjo sabe que su rostro está rojo a más no poder sin motivo aparente, pero lo deja pasar para hacer que Martin entre en razón con lo que intenta hacer. Es raro que dos hombres compartan ropa a pesar de que a Juanjo no se le ocurrió llevar a la mansión para todo tipo de situaciones. Como montar a caballo.

Ruslana y Paul le dejaron bien en claro que sólo se subirían a sus caballos si se cambiaba de ropa. La de Paul le quedaría pequeña – así que la siguiente opción era la de Martin. La cual, por alguna razón, no se sentía del todo seguro al ponérsela. La razón le es desconocida.

–Quizá sólo un poco justa de espalda, pero nada de qué preocuparse. –Martin hace un ademán con su mano al tratar de restarle importancia al asunto–. Aunque de seguro te verás ridículo.

Tan extraño en él, sólo se dedica a hacer un mohín bajo la atenta mirada marrón sobre su rostro.

–Envidioso, mi espalda masculina es una de mis mayores atributos.– dice Juanjo orgulloso y al momento Martin se ruboriza igualando a Juanjo.

Martin se gira mientras le indica a Juanjo que le siga, aún con la sonrisa bien plantada en su rostro.

Ya habían pasado tres días desde que Juanjo puso un pie por primera vez en esa casa del campo de los Fairfox. Era silenciosa, bonita y por alguna extrañeza con cierta calidez en cada lugar que visite; a simple vista se veía cómoda a pesar de que las habitaciones no se encontraban repletas de cosas que a veces eran innecesarios o estaban fueran de lugar.

La habitación que le tocó a él no se diferenciaba mucho de la que tenía en su propia mansión a pesar de que el ventanal era mucho más grande y daba a la parte trasera de la casa. La primera vez que amaneció ahí se despertó debido a los gritos que se escuchaban desde afuera, y aún recuerda que cuando se fijó por la ventana no eran más que Ruslana y Paul persiguiéndose el uno al otro mientras Martin tomaba té en una de las mesas con toda la tranquilidad del mundo. Se le había hecho una imagen graciosa, en especial porque en sí representaba la forma en que veía a los tres únicos integrantes de esa familia cuando nadie les veía: los gemelos con las emociones a flor de piel, tan emocionados y felices, con Martin siendo ahora el eje y la base de esa unión familiar.

El simple pensamiento aún lo hace sonreír.

Le había escrito cartas a su madre en los tres días en que llevaba ahí y, a pesar de que Selene jamás le comentaba nada referente a algo personal o familiar, tenía la ligera sospecha de que sucedía algo. Era la manera en que su madre se explayaba, tratando de sonar seca y distante con su hijo mediante las cartas que siempre terminaba siendo algún fracaso absurdo. Jamás tocó ese tema con Martin ni con nadie ya que pensó que no era más que su imaginación. Quizá sólo estaba exagerando las cosas. O de verdad pasaba algo. De todos modos no le importó en esos momentos – lo único que quería era despejar su cabeza, divertirse, relajarse aunque sea sólo unos cuantos días.

Violines bajo el agua  | JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora