Capítulo 8. El hombre que olvida.

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Después de la fiesta de Augustus, Juanjo evitó a Charlotte lo más que podía. Si sabía que se encontrarían en algún lugar que tenían en común, siempre trataba de llegar o retirarse temprano, inclusive sin sus padres. A veces llevaba a Thomas para que le ayudara un poco – aclarándole que si veía a su prima necesitaba que mintiera por él. En el mes que le siguió al cumpleaños de su padre, sólo se encontró con Charlotte una vez. Para su buena suerte, la reunión fue tan corta que en ocasiones se pregunta si en verdad sucedió.

Los días pasaron lentos, sin nada nuevo o interesante que sucediera, para mediados de noviembre, el clima es aún más frío que Juanjo tuvo que quedarse recostado en su cama quince minutos más luego de despertar, con tal de sentir por más tiempo el calor que las sábanas le brindaban. Thomas se quedaba ahí, cerca de la ventana, jurándole que no diría a sus padres que se encontraba en cama aún cuando tenía responsabilidades importantes que atender. El té que Thomas le servía era más caliente y, cuando éste le llevaba el periódico (tan planchado, perfecto), colocaba sus manos sobre el papel para sentir la calidez. Aún ignora si Thomas lo descubrió haciendo semejante cosa.

Cuando sus padres no están, Juanjo se ponía sus guantes en cada para lograr sobrevivir al frío que atacaba sus manos; sólo en ocasiones extremas se colocaba el abrigo también, aunque no era del todo su agrado debido a que, al final, el calor se subía a sus mejillas y tenía que quitárselo.

Las palabras que Martin le dijo sobre la plática de su madre no sucedieron hasta el mismo mes de noviembre, cuando por cuarta ocasión Juanjo tuvo que ser el que se dirigiera a la mansión de Martin, aunque no sabía si sería en la que se encontraba en las afueras de Londres o la principal, en la zona un poco más rural. (Al final, Martin como de costumbre le mandó una carta diciéndole que Alex iría a recogerlo. En esta ocasión, Juanjo se dignó a responderle.)

Las clases habían seguido de forma normal, sin ningún contratiempo, con Martin prestando especial atención a la pronunciación de Juanjo, así como cuán bueno era a la hora de escuchar hablar a alguien más en alemán. Juanjo se dio cuenta que la forma de enseñar de Martin era un poco más dinámica que la de sus antiguos profesores, quienes eran muy estrictos o apegados a la rutina. Era versátil, con ideas originales y llamativas. Juanjo no sabía si era porque sólo les separaba un año y unos meses de diferencia o porque Martin tenía una forma perfecta de enseñar un idioma. (El primer examen de Juanjo fue escuchar a Martin hablar una y otra vez, mientras él con plumilla y hoja en mano apuntaba todo lo que escuchaba. No le fue de maravilla, pero tampoco estuvo tan mal.)

Ese día, cuando Alex pasó por él, el clima era demasiado frío, nublado y con neblina por todos lados. Si intentaba mirar hacia el sendero que lleva hacia el portón principal, Juanjo no encontraría nada, le sería imposible de verlo. Se puso su abrigo más grueso, un poco más largo de lo normal, despidiéndose de Thomas en cuanto éste le abrió la puerta. Alex lo guió al carruaje, dejándolo como de costumbre subir primero, para luego entrar él y cerrar la puerta tras de sí. Juanjo decidió entablar una conversación para no verse tan grosero como la última vez. Hablaron de diversos temas, de autores favoritos, intérpretes, libros de su agrado o países que les gustarían viajar; no se podía negar que Alex era inteligente, estaba estudiado y sabía a la perfección lo que estaba diciendo. Tenía un porte seguro, un vocabulario extenso, con su rostro tranquilo y amable en todo el trayecto a la mansión de Martin.

–En esta ocasión iremos a la mansión principal, por lo que tomaremos el ferrocarril para llegar–le dice Alex, con una ceja alzada–. Espero no sea problema. Es por eso que llegué más temprano de lo normal.

Juanjo asiente, algo inseguro por el hecho, pero curioso de saber cómo sería la casa en la que Martin y sus hermanos pasaron su infancia. ¿Sería más grande o pequeña que la suya? ¿Tendría un jardín hermoso, extenso, como el de Juanjo? Porque por lo que recuerda, la mansión que tienen a las afueras de Londres es algo pequeña en el sentido de área verde, por lo que las plantas que estaban ahí eran escasas. Quizá la mansión principal es la excepción.

Violines bajo el agua  | JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora