Capítulo 24. Ese hombre, perdido.

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El tiempo transcurrió de manera normal a pesar de que anhelaba la presencia de Martin en su vida de nuevo–ese te amo susurrándose como el más terrible de los secretos, el que guarda con posesividad en sus memorias, bajo candado con la llave colgando de su corazón.

En ocasiones sueña con Martin cuando no puede evitarlo, en otras se obliga a sí mismo hacerlo como el recuerdo constante de que su sola presencia existió en su vida, que movió su mundo a como lo tenía acordado mientras dejaba una marca eterna en su pecho sin que se diera cuenta. En otras, sólo se recostaba en la silla de la oficina de Augustus mientras leía libros en alemán, algunas veces acariciando las hojas con cuidado cada que se encontraba con palabras nuevas, siempre repitiéndolas en su mente he imaginando cómo es que Martin las diría.

Es el cuatro de enero de ese año que se funda la Sociedad Fabiana, en el número 61 de la calle Petty France, en Londres, cuando poco a poco se empiezan a leer en los diarios esos revuelos que los obreros causaban debido a las terribles condiciones de trabajo en las que se encontraban. Juanjo lee todo con suma curiosidad así como con asombro, dándose cuenta en ese momento que el país es mucho más oscuro de lo que alguna vez se imaginó. Los miembros de la Sociedad Fabiana eran parte de lo que se conocía como "élite", ese grupo de políticos o pensadores que decidieron darle al mundo una versión de sus pensamientos – en donde el trabajo debe de ser discreto y los cambios que ocurran con el tiempo, llevando a Inglaterra al punto en donde el aspecto económico y social llegue a lo ideal.

Se mantiene al margen para no suscitar más problemas entre Augustus y él ya que luego de aquella noche, que su relación no es la mejor de todas. No cuando la imagen de su propio padre se ha despedazado ante sus ojos de la peor forma en que se hubiera imaginado, mucho menos cuando lo único que sigue haciendo es darle alas a Charlotte cuando él muy claro le dijo que no sentía nada por ella. Su madre tampoco es mejor, pero el cariño que siente hacia ella es más grande de lo que se pueda imaginar.

En esas veces en que se encerraba en la biblioteca para pensar o despejarse, en ocasiones viendo a sus padres saliendo a pasear con Charlotte por el campo de la mansión, Juanjo se pierde en su propia mente para liberarse un poco del constante dolor que siente en su pecho cada que recuerda que la última vez que vio a Martin–con esos ojos marrones posados sobre los suyos, sus palabras como caricias que llegaron a su oído para tranquilizarlo frente a toda la multitud–se trató de aquella noche de noviembre, un día después de su regreso de América.

Si bien sólo no pasó demasiado tiempo desde aquella fecha para él se siente toda una eternidad. Las palabras de Martin siguen pasando por su mente una, otra, y otra vez con lentitud, siendo pronunciadas por sus labios en el susurro inocente pero secretista como si deseara asegurarse de que no se encontraba en un sueño; en donde él, alerta ante todo, caía con facilidad por alguien como Martin, el que se esforzaba por demostrarle a él todo lo que sentía.

A veces, también, sacaba la carta que Martin le había mandado aquella noche, leyéndola más de una vez sólo para marcar aún más el dolor en su pecho, la sensación de abandono que le hunde por completo en la desesperación, su mente sólo un desastre más bajo las frías mañanas que azotan a Londres. En otras sólo se pone a tocar el piano con lentitud, casi con pesimismo, y por su cabeza no pasa otra cosa más que nada se compara a la forma en que Martin deja que el piano se apodere de su alma, de cómo transmite su dolor mediante el instrumento con tal majestuosidad que incluso los recuerdos que Juanjo tiene de ello sólo le lastiman aún más.

Los suspiros que suelta cada que las memorias asaltan su cabeza han sido demasiado notorios hasta el punto en que Selene le pregunta por los mismos; él sólo se queda callado sin más, mirándola a los ojos sólo por breves segundos para luego apartar la vista sin contestar su pregunta.

Violines bajo el agua  | JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora