Capítulo 22. Ese hombre, actuando.

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Una semana después de la boda, Augustus se dedicó a festejar su cumpleaños de forma más pequeña a como lo hacía cada año todo con tal de permitirle a Juanjo y Charlotte el tener más libertades para irse de luna de miel a donde habían planeado, aunque si Juanjo es honesto consigo mismo, no tiene idea alguna de cuál es el lugar al que irían. Al final le permitió a Charlotte que ella escogiera el lugar que deseara ya que no le importaba en lo más mínimo. Lo único que quería era alejarse un poco, tratar de olvidar lo que sucedió hace una semana– cuando vio a Martin marcharse sin mirar atrás, él quieto en la oscuridad de la noche sin saber qué hacer.

La fiesta de su padre transcurrió con completa tranquilidad, con la excepción de que ahora él era un hombre casado ante la iglesia, Charlotte era su mujer y eran tratados o presentados como tal. A Charlotte le fascinaba bailar y cada que tenía tiempo le pedía que se uniera a ella, lo cual era algo complicado tomando en cuenta que los temas de conversación que tenían eran distintos.

Charlotte tenía la costumbre de hablar un poco de las personas a sus espaldas, mientras Juanjo detesta esas conductas que promueve la sociedad, él era más tranquilo al respecto, demasiado distinto a como se comportaba apenas un año atrás.

Selene siempre trataba de hacer que convivieran mejor, ya sea con unas cuantas caminatas por el jardín, salir de caza juntos o sólo disfrutar del café en la mesa que se encontraba en las afueras de la mansión, dejándolos solos cuando llegaba a pensar que era lo indicado.

Nada de eso funcionó para que se sintiera distinto a como lo hizo cuando vio a Martin partir.

Mientras bailaba con Charlotte en el festejo de su padre jamás dejó de pensar en el tacto de Martin sobre su mejilla, cómo sus ojos viajaban de los suyos a los labios, su respiración a pocos centímetros de su rostro. O cómo le movía a lo largo y ancho de su salón de baile con majestuosidad, delicadeza, como si Juanjo fuese esa pieza importante que desea coleccionar para toda la vida, guardarla en la pequeña caja de cristal para apreciarlo todos los días. Juanjo ansiaba con todas sus fuerzas proteger a Martin, asimismo como Martin le hacía sentir pequeño, vulnerable, protegido y consentido como nunca se imaginó.

Día tras día leía la carta que Martin le mandó pero que él no abrió desde un principio, viendo su error de inmediato cada que repetía cada letra, cada significado oculto detrás de la misma, demasiado sentimental como para continuar leyendo pero lo suficiente deseoso de guardarlo en su pecho que aún así la seguía leyendo hasta el final hasta el punto en que se la memorizó. Por momentos lo sentía como el único recuerdo que tenía de lo que vivió con él–el recuerdo palpable de que ahí sucedió algo, la única prueba que le repite a su cabeza de que a él le amaron y que ese sentimiento lo correspondía con cada fibra de su cuerpo a pesar de que al final no lo demostró.

Ni Martin le dijo que lo amaba, mucho menos él–pero en el fondo de su mente, de su corazón, tenía la sensación de que lo único que tenía que hacer era mirar los ojos marrones de Martin para leer el te amo que aún no se atrevía a escapar de sus labios. Ese simple pensamiento le destruía noche tras noche, día tras día, cada que miraba a Charlotte moviendo su boca para hablar pero él no contaba con la fuerza necesaria para prestarle atención. Su vida ahora era más monótona de lo que era antes, con sus padres diciendo en más de una ocasión su deseo de tener nietos, Charlotte queriendo iniciar una familia y él mirándose al espejo para encontrarse acompañado pero vacío por dentro, demasiado perdido como para tener alguna oportunidad de escapar de ahí.

En ese tiempo estuvo deseoso de hablar con Martin, de verlo de nuevo, pero no tenía el atrevimiento para hacerlo. Diversas eran las razones pero en su mayoría era por el miedo–a ser rechazado por el hombre que hubiese dado todo por él con sólo decírselo, al hombre a quien decidió darle la espalda y que además está en todo su derecho para hacer lo mismo para con él, pero aún así temía por que algo así pasara.

Violines bajo el agua  | JUANTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora