Violines bajo el agua | JUANTIN

Capítulo 19. Ese hombre, proponiendo.

Julio/Agosto, 1883. Londres, Inglaterra.

La boda entre Charlotte y él se programó para que se llevara a cabo a mediados de octubre, tres meses después de que se dio por anunciado el compromiso ante sus conocidos o aquellos interesados en la noticia. Cuando su madre le anunció la fecha, así como el adelanto que ya tenían de las invitaciones y que Charlotte viajaría a Francia para que le empezaran a hacer su vestido, Juanjo sintió que su cuerpo se hundía cada vez más y que lo único que lo mantenía con alegría y seguridad era Martin.

Martin, quien sonreía con tristeza cada que Juanjo sacaba el tema del matrimonio por accidente; él no quiere hacerle ningún daño, mucho menos después del que los dos vivieron cuando se quedaron atrapados a mitad de la lluvia, disfrutando de la compañía y calidez del otro como si no hubiese mañana. Martin, el que iluminaba el final del tunel siempre, pero sin presionarle a caminar hacía la luz aunque él sepa el camino. 

Martin. 

Su Martin.

Aún recuerda cuando llegó a la mansión con ropa que no era de él, su madre  dirigiéndose casi corriendo hacia donde estaba con su rostro lleno de desesperación y preocupación, mientras Augustus caminaba a pasos tranquilos y con expresión serena. La imagen hubiese sido divertida si no fuera por el constante sonrojo en sus mejillas cada que recordaba la calidez de los labios de Martin sobre los suyos; no pudo hacerlo mientras se dejaba abrazar por Selene, mucho menos cuando Augustus le dedicó la más leve de las sonrisas. Aunque su padre podría comportarse de manera frívola y distante sabía que se preocupaba por él muy a su manera.

Ninguno de los dos hizo comentario alguno sobre su estadía corta en la mansión de los Fairfox, y Juanjo no se atrevió a sacar el tema ni siquiera para informarles que había estado protegido. Acompañado

Después de ello, el primer mes pasó más rápido de lo que él se imaginó. Entre la entrega de las invitaciones, la visita al palacio de Buckingham para informarle a Su Majestad La Reina que el primogénito de la familia Goodshawn contraería matrimonio con su prima Charlotte, y la elección de la decoración, su vida era un caos. Apenas y tenía tiempo de ver a Martin ya que en ocasiones se vio en la necesidad de cancelar las clases de alemán; en otras ocasiones él tuvo que ir a la mansión de los Fairfox porque buscaba escapar de su propio hogar, que lo sofocaba una y otra vez como si fuese lo más divertido en el mundo. Juanjo jamás comprendió cuánto necesitaba a Martin a su lado hasta el día en que despertó a mitad de la noche, luego de haber soñado que contraía matrimonio con su prima. Luego de asimilar a sí mismo que amaba a Martin, de temblar bajo su tacto y sus labios, bajo su mirada tan marrón como brillante, Juanjo apenas tenía tiempo de pensar en otra cosa que no fuera él. Por primera vez, Juanjo sentía que estaba maldito, en el mejor de los sentidos. Lo supo cuando Martin le besó y sintió que podía reír hasta volverse loco.  

Martin atravesó su dura coraza y la dejó inservible para siempre, no con él al menos. Juanjo era más ruidoso que nunca, más expresivo, más luminoso y más puro. Martin inspiraba a Juanjo a ser una mejor persona, a ser su mejor versión. Ahora mira más el cielo, cuenta estrellas y suspira más. Su rostro se tiñe con facilidad y su corazón late rápido más a menudo.

Y es que Juanjo pensó que se había vuelto completamente loco cuando después de haber compartido el primer beso con Martin, la sola idea de volver a verlo le provocaba una sensación de necesidad y pánico en el cuerpo, verlo era su mayor anhelo y deseo y al mismo tiempo su corazón iba a explotar de la vergüenza.

–¿Juanjo?– Espetó Martin tímidamente, tocando la puerta antes de entrar.

Juanjo se quedó mirándolo en mitad de su cuarto, nervioso y sonrojado, notó que el estado del joven del bigote era similar al suyo. Martin lo miraba con timidez y con las mejillas encendidas  y pudo sentir corazón derretirse de ternura.