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Capítulo 1: La promesa.

No hay un solo instante, un fulgor definido en el tiempo, que pueda señalar el comienzo de mi descenso. Las adversidades se acumularon como nubes de tormenta en el horizonte de mi vida, cada una prometiendo una lluvia que podría lavar o arrasar. El divorcio de mis padres, el engaño de Alec, el rechazo de la universidad; cada evento, una gota más en la inundación que amenazaba con llevarme.

Desde que tenía seis años, el divorcio me lanzó a un nomadismo forzado, una vida de maletas perpetuamente empacadas y habitaciones que nunca eran mías. La posibilidad de un hogar estable, de paredes adornadas con posters y estantes llenos de recuerdos personales, era un sueño tan lejano como las estrellas que observaba desde las ventanas de casas ajenas.

Alec, con su sonrisa fácil y promesas etéreas, fue la excepción en mi vida de constante movimiento. "No importa cuánto te vayas" decía, "siempre estaré aquí cuando vuelvas" Y esperó, sí, pero su espera estuvo lejos de ser solitaria. Las otras chicas de la escuela llenaron mi ausencia, y él, con una crueldad casual, me lo confesó a gritos en medio de la calle, desgarrando cualquier ilusión de lealtad que pudiera haber albergado.

—¡Sabrina! —La voz de mi madre me saca de la maraña de mis pensamientos, un hilo de realidad que tira de mí hacia el presente.

—¡Voy! —respondo, con una voz que intenta ser más firme de lo que en realidad me siento.

Sacudo la cabeza, como si con ese simple gesto pudiera deshacerme de los recuerdos que me asedian. Cierro la maleta con un movimiento decidido y me dirijo a la cocina, donde mi madre espera preparando un par de tazas de té.

Nuestra casa, pequeña y modesta, es el escenario de nuestras luchas diarias y victorias menudas. Las paredes, aunque desgastadas, están llenas de fotografías que cuentan nuestra historia, una historia de esfuerzo y amor incondicional.

El año pasado, cuando la universidad rechazó mi solicitud de beca, sentí que el mundo se derrumbaba a mi alrededor. Tomé la decisión de no intentarlo en otro lugar. En su lugar, busqué trabajo, decidida a apoyar a mi madre. Ella protestó, por supuesto. Quería que continuara con mi educación, que persiguiera mis sueños. Pero le prometí que lo intentaría de nuevo al año siguiente. Ahora, esa promesa pesa sobre mí como una cadena, una cadena que me ata a un futuro incierto.

No es el estudio lo que me asusta, ni la idea de dejar a mi madre. Es la perspectiva de mudarme con mi padre, Alaric, un hombre que se ha convertido en un extraño para mí. No lo he visto en ocho años, desde que tenía doce. En ese tiempo, se ha transformado en un magnate hotelero, su influencia y riqueza creciendo como los rascacielos que llevan su nombre. Pero en su ascenso, olvidó cómo ser padre. Las pocas veces que hablamos por teléfono, nuestras conversaciones fueron frías y formales, como si fuéramos dos desconocidos obligados a interactuar. Si voy a volver a verlo, me aterra el que me haya olvidado.

Y ahora, aquí estoy, parada en el umbral de una decisión que podría cambiarlo todo. La oportunidad de estudiar está ante mí, financiada en su totalidad, pero a un costo que no sé si estoy dispuesta a pagar. ¿Cómo se mide el valor de la educación contra el precio de enfrentarse a un pasado abandonado?. Es una pregunta que resuena en el silencio de mi corazón, esperando respuesta.

—¿Es necesario que me vaya hoy? —pregunté con pesadez y cansancio en la voz, sintiendo cómo cada palabra pesaba en mi lengua.

—Sí, aprovecharás las vacaciones de verano para pasar tiempo con tu padre, no se ven desde que eras solo una niña —respondió mi madre con una mezcla de firmeza y ternura.

—¿Pasar el tiempo?, ni siquiera sé si recuerda mi nombre —repliqué con un tono sarcástico, cruzando los brazos.

—¡Nina! —exclamó mi madre, con su voz cargada de reproche.

Alguien como túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora