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Capítulo 20: Una esposa para Lucas.

El silencio entre nosotros se vuelve casi insoportable, y puedo ver la preocupación reflejada en los ojos de Lucas. De repente, una chispa de travesura ilumina su mirada, y sé que está planeando algo.

—¿Qué pasa? —le pregunto, intrigada.

Lucas se levanta de la hamaca y se dirige hacia una de las mangueras que hay en el jardín. La toma con una sonrisa pícara y, antes de que pueda reaccionar, abre el grifo y apunta la manguera hacia mí, lanzando un chorro de agua fría.

—¡Lucas! —grito, sorprendida y riendo al mismo tiempo. Me levanto rápidamente y corro hacia otra manguera cercana. La agarro y, con una sonrisa desafiante, abro el grifo y apunto hacia él.

—¡Esto es la guerra! —exclamó el, mientras el agua comienza a volar en todas direcciones.

Lucas ríe y trata de esquivar mis ataques, pero no puede evitar mojarse. El jardín se convierte en nuestro campo de batalla, con chorros de agua cruzándose y risas resonando en el aire. La tensión que sentíamos hace unos momentos se disipa con cada risa y cada salpicadura.

—¡No puedes escapar! —le grito, mientras corro tras él, empapada pero feliz.

Lucas se detiene un momento, jadeando y riendo, y me mira con una sonrisa que ilumina su rostro.

—¡Ríndete, Sabrina! —dice, aunque sé que no lo dice en serio.

—¡Nunca! —respondo, lanzando otro chorro de agua hacia él.

Finalmente, ambos nos detenemos, agotados pero riendo a carcajadas. Nos dejamos caer en el césped, empapados y felices, y miro a Lucas con una sonrisa.

—Gracias por estar para mi —le digo, sintiendo que la preocupación se ha desvanecido por completo.

—Siempre —responde él, tomando mi mano y apretándola suavemente.

Nos quedamos allí, empapados y riendo, disfrutando del momento y del alivio que nos ha traído nuestra pequeña guerra de agua. Las gotas resbalaban por nuestros rostros, mezclándose con nuestras sonrisas, y por un instante, todo parecía estar bien. El sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de tonos un poco más oscuros, creando un telón de fondo perfecto para nuestro pequeño oasis de felicidad.

Sentí una paz interior que hacía tiempo no experimentaba, como si el peso de nuestras complicaciones se hubiera disuelto en el aire fresco de la tarde. Lucas me miró con esos ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente, y en su mirada encontré una promesa silenciosa de que, pase lo que pase, siempre tendremos estos momentos para recordarnos que podemos superar cualquier cosa juntos.

Ambos volvemos a nuestras habitaciones, con la excusa de que tenemos que cambiarnos la ropa y media hora después, con la puesta de sol llegando a su fin, me asomo al balcón de mi habitación. La brisa marina acaricia mi rostro, trayendo consigo el aroma salado del océano y el susurro de las olas rompiendo en la orilla. El cielo se tiñe de tonos anaranjados oscuros, mezclándose con púrpuras y rosados, mientras el sol se despide lentamente, dando paso a las primeras estrellas que comienzan a brillar tímidamente.

Me apoyo en la barandilla, disfrutando de la serenidad del momento. Cuando mis ojos se desvían hacia el balcón de al lado, allí veo a Lucas. Él no nota mi presencia y se ve bastante preocupado y pensativo, con la mirada perdida en el horizonte. Sus hombros están ligeramente encorvados, como si llevara el peso del mundo sobre ellos, y sus manos descansan en la barandilla, apretándola con fuerza.

La luz tenue del atardecer ilumina su rostro, revelando una expresión de profunda reflexión. Me pregunto qué pensamientos estarán cruzando por su mente, qué preocupaciones lo mantienen tan absorto. La brisa juega con su cabello, despeinándolo suavemente, pero él no parece notarlo. Está completamente inmerso en sus pensamientos, ajeno a todo lo que lo rodea.

Alguien como túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora