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Capítulo 21: Fuegos artificiales.

Cuando terminamos el helado, Lucas se levanta y me tiende la mano con una sonrisa cómplice. Sus ojos brillan con una chispa de emoción y complicidad que me hace sentir una calidez especial. Tomo su mano, sintiendo la conexión entre nosotros, y juntos nos dirigimos a los pasillos de puestos de recuerdos.

El mercado está lleno de vida, con luces colgantes que iluminan los coloridos puestos y el murmullo constante de la gente que pasea y curiosea. Cada objeto parece contar una historia, desde las pulseras de cuentas hechas a mano hasta las figuras talladas en madera. La mayoría de los artículos están hechos a mano, lo que les da un toque único y especial, como si cada pieza llevara consigo un pedacito del alma de su creador.

—Mira, esto te quedaría bien —dice Lucas, acercándose a un puesto y señalando un broche en forma de flor color rosa.

—Mira, esto te quedaría bien —dice Lucas, acercándose a un puesto y señalando un broche en forma de flor color rosa

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—Es hermosa —susurro, admirando el delicado trabajo artesanal.

—Ven —Lucas toma el broche y, con suavidad, lo coloca en mi cabello. Luego, sin dudarlo, paga al vendedor.

Ahogo un grito de emoción y, con una risa nerviosa, tiro de la mano de Lucas hacia el siguiente puesto. Mis ojos se iluminan al ver dos pulseras color café adornadas con pequeñas flores blancas. La emoción burbujea dentro de mí, y siento una oleada de alegría al imaginar cómo se verían en nuestras muñecas, como un símbolo de nuestra conexión.

 La emoción burbujea dentro de mí, y siento una oleada de alegría al imaginar cómo se verían en nuestras muñecas, como un símbolo de nuestra conexión

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—¡Mira, Lucas! —exclamo, señalando las pulseras. Él se inclina para verlas más de cerca, y una sonrisa suave se dibuja en su rostro.

—Son hermosas —dice, y puedo ver en sus ojos que también le gustan.

Tomo una de las pulseras y la sostengo contra la luz, admirando el delicado trabajo artesanal. Las pequeñas flores blancas parecen casi reales, como si hubieran sido cuidadosamente colocadas una por una.

Lucas toma la otra pulsera y me la muestra. —¿Te gustaría que las lleváramos? —pregunta, su voz llena de ternura. Asiento con entusiasmo, y él se acerca al vendedor para hacer la compra.

Alguien como túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora