Capítulo 19: ¿Descubiertos?.
Siento una leve caricia en mi mejilla, una sensación tan suave que me hace abrir los ojos lentamente. Me encuentro con el mar negro y profundo de los ojos de Lucas, que me observa con una calidez que me abraza.
—Se hace tarde, es mejor que volvamos a casa —susurra él, su voz apenas un murmullo en la quietud de la habitación.
Sonrío, aún un poco dormida. No sabía en qué momento me había quedado dormida, pero seguramente las caricias de Lucas habían ayudado a que lo hiciera. Su presencia tiene un efecto calmante en mí, como si su sola cercanía pudiera disipar todas mis preocupaciones, lo cual es extraño ya que antes no sucedía.
Asiento a sus palabras y me siento en la cama, estirando los brazos para desperezarme. La habitación está en silencio, solo el suave murmullo del aire acondicionado rompe la quietud. Tomo mi ropa y empiezo a vestirme, imitando los movimientos de Lucas que también se prepara para salir. Cada gesto suyo es meticuloso y preciso, y no puedo evitar observarlo de reojo, admirando su serenidad.
Una vez que estamos listos, le tomo de la mano y ambos salimos del hotel. El aire fresco de la madrugada nos envuelve, y el cielo sigue siendo nocturno, pero los primeros rayos de sol amenazan con empezar a salir en breve, tiñendo el horizonte con un tenue resplandor anaranjado. Las calles están desiertas, y el silencio de la ciudad dormida nos acompaña mientras caminamos hacia el coche.
Nos subimos al coche, y me acomodo en el asiento del copiloto. Lucas posa su mano sobre mi pierna mientras conduce, un gesto que me hace sentir segura y protegida. Su toque es cálido y reconfortante, y me relajo en el asiento, dejando que la tranquilidad del momento me envuelva. El trayecto es tranquilo, y el silencio entre nosotros es cómodo, lleno de una complicidad que no necesita palabras.
A medida que avanzamos, el cielo comienza a clarear, y los colores del amanecer pintan el paisaje con tonos suaves de rosa y naranja. Las sombras de la noche se desvanecen lentamente, dando paso a un nuevo día. Miro a Lucas de reojo, observando su perfil mientras conduce con concentración. Hay algo en su expresión que me transmite paz, una calma que parece contagiarme.
—Nuestros padres ya llegaron —menciona él, señalando el coche que está estacionado fuera de la mansión.
Bajamos del coche y entramos a la casa en total silencio, tratando de no hacer ruido para no despertar a nadie. La casa está sumida en la penumbra, y solo el suave resplandor de los rayos del sol se filtra a través de las ventanas, creando sombras danzantes en las paredes. Nos movemos con cuidado, nuestros pasos amortiguados por la alfombra del vestíbulo.
Subimos las escaleras. El silencio de la casa es casi palpable, y el único sonido es el de nuestra respiración contenida y nuestros pasos lentos. Al llegar al pasillo del segundo piso, nos detenemos por un momento, intercambiando una mirada cómplice.
Antes de separarnos para ir a nuestras habitaciones, Lucas me toma de la muñeca y me estira hacia él. La sorpresa inicial se disipa rápidamente cuando siento su abrazo cálido y reconfortante. Lo abrazo con fuerza, y no puedo evitar sonreír, sintiendo su calor contra mi cuerpo. Su cercanía me brinda una sensación de seguridad y paz que había estado buscando durante toda mi vida.
Nos quedamos así por unos momentos, disfrutando de la intimidad del abrazo. Puedo sentir los latidos de su corazón, fuertes y constantes, y su respiración tranquila contra mi cabello. No tenía dudas de que el también está escuchando mis latidos. Es un momento de conexión profunda, donde las palabras no son necesarias. Todo lo que necesitamos decirnos está en el contacto de nuestros cuerpos, en la calidez de nuestro abrazo.
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Alguien como tú
Teen FictionSabrina, una joven de veinte años, vive con su madre en una casa acogedora situada en un pequeño barrio olvidado por el tiempo. Su madre, deseosa de que Sabrina tenga un futuro mejor, insiste en que asista a la universidad. Sin embargo, la falta de...