Capítulo extra: Unión.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos dorados mientras Lucas y yo caminábamos por la playa con nuestras manos entrelazadas. Sentía la arena suave bajo mis pies descalzos y el sonido rítmico de las olas rompiendo en la orilla me envolvía en una sensación de paz. Habían pasado dos años desde que nos conocimos en la mansión de mi padre, y nuestra relación había evolucionado de una competencia tensa a un amor profundo y sincero. Cada paso que dábamos juntos era un testimonio de nuestro crecimiento y de los desafíos que habíamos superado.
Lucas había logrado terminar la universidad con honores, mientras que yo apenas había completado mi segundo año. A pesar de nuestras diferentes etapas académicas, el verano nos brindó una oportunidad perfecta para pasar más tiempo juntos. Con la llegada de las vacaciones, nos permitimos disfrutar de momentos compartidos no solo entre nosotros, sino también con nuestros padres y familia, fortaleciendo los lazos que nos unían.
Para celebrar nuestro segundo aniversario como novios, planeamos una cita especial en la misma playa que había sido testigo de tantos momentos significativos en nuestra relación. Recordábamos con cariño aquella vez, cuando nuestras risas resonaban en el aire nocturno y el sonido de las olas nos envolvía en una atmósfera mágica.
Lucas se detuvo de repente, tirando suavemente de mi mano para que me volviera hacia él. Sus ojos, llenos de una mezcla de nerviosismo y determinación, se encontraron con los míos. Sentí un nudo en el estómago, una intuición de que algo importante estaba a punto de suceder.
—Sabrina —comenzó Lucas, su voz temblaba ligeramente. —, desde el momento en que te conocí, supe que eras diferente, hemos pasado por tanto juntos, y cada día que pasa, me doy cuenta de lo afortunado que soy de tenerte a mi lado
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no dije nada, permitiendo que Lucas continuara. El viento suave acariciaba mi rostro, y el sonido de las gaviotas en la distancia añadía una banda sonora perfecta a este momento.
—Quiero pasar el resto de mi vida contigo —dijo Lucas, su voz era casi un susurro. Se arrodilló en la suave arena, sus ojos fijos en los míos, llenos de amor y determinación.
Con una mano temblorosa, Lucas sacó una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo. La abrió lentamente, revelando un anillo de compromiso que brillaba bajo la luz del atardecer. El anillo era una obra de arte, con un delicado aro de platino que sostenía un diamante central de corte princesa. A su alrededor, pequeños diamantes engastados en el aro reflejaban la luz, creando un destello que parecía capturar la esencia misma del amor y la eternidad.
—Sabrina —continuó Lucas, su voz llena de sinceridad y esperanza. —¿quieres casarte conmigo?
El mundo pareció detenerse mientras miraba el anillo, luego a Lucas, y de nuevo al anillo. Mi corazón latía con fuerza, y una oleada de emoción me envolvió. Recordé todos los momentos que habíamos compartido, desde nuestras primeras discusiones hasta las risas y confidencias que nos habían unido. Con una sonrisa radiante y lágrimas de felicidad corriendo por mis mejillas, asentí vigorosamente.
—Sí, Lucas, quiero casarme contigo —respondí, mi voz llena de amor y alegría.
Lucas se levantó y deslizó el anillo en mi dedo, antes de abrazarme con fuerza. Sentí su calor y su amor envolviéndome, y supe que este era el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas. Nos besamos, sellando nuestro compromiso bajo el cielo estrellado, con el sonido de las olas como testigo de nuestro amor eterno.
Mientras nos abrazábamos, miré hacia el horizonte, donde el sol se había ocultado completamente, dejando un rastro de colores en el cielo. Sentí una profunda gratitud por todo lo que habíamos vivido y una emoción indescriptible por todo lo que estaba por venir.
Al regresar a casa, era tarde en la noche, pero la emoción nos podía. Lucas y yo decidimos contarles a nuestros padres sobre el compromiso, justo al día siguiente.
Lucas y yo estábamos nerviosos mientras nos dirigíamos al salón principal de la mansión. Habíamos decidido contarles a nuestros padres sobre nuestro compromiso y la boda que estábamos planeando. El sol de la mañana se filtraba a través de las grandes ventanas, llenando la habitación con una luz cálida y acogedora.
Alaric, mi padre, estaba sentado en su sillón favorito, leyendo un libro, mientras Vanesa, la madre de Lucas, arreglaba unas flores en un jarrón cercano. Ambos levantaron la vista cuando entramos, notando nuestras manos entrelazadas y las sonrisas nerviosas en nuestros rostros.
—Papá, Vanesa, tenemos algo importante que contarles. —dije, tratando de mantener mi voz firme. Alaric cerró su libro y se inclinó hacia adelante, con una expresión de curiosidad en su rostro. Vanesa dejó las flores y se acercó, sus ojos brillando con interés. —Lucas y yo... nos vamos a casar —anuncié, mostrando el anillo en mi dedo.
Hubo un momento de silencio, y luego las reacciones comenzaron a desplegarse. Vanesa fue la primera en reaccionar. Sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría y una amplia sonrisa iluminó su rostro. Se acercó rápidamente y nos abrazó a ambos, riendo y llorando al mismo tiempo.
—¡Oh, esto es maravilloso!, ¡estoy tan feliz por ustedes! —exclamó, su voz llena de emoción.
Alaric, por su parte, se levantó lentamente de su sillón, con una expresión de sorpresa y orgullo en su rostro. Se acercó a nosotros y, después de un momento, nos abrazó también.
—Estoy muy orgulloso de ustedes —dijo, su voz profunda y llena de emoción. —, Sabrina, Lucas, han pasado por tanto y han demostrado una madurez y un amor que es verdaderamente admirable, les deseo toda la felicidad del mundo
Nos quedamos allí, abrazados, sintiendo el apoyo y el amor de nuestros padres. Fue un momento de pura felicidad y realización, sabiendo que teníamos su bendición y apoyo para comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas juntos.
La llamada a mi madre para avisarle sobre la boda fue más difícil de lo que había imaginado. Al escuchar su voz quebrarse en un llanto desconsolado, no pude evitar que mis propias lágrimas comenzaran a caer. Pronto, ambas nos encontramos intentando hablar entre sollozos, nuestras palabras entrecortadas por la emoción. Sentí una mezcla de tristeza y alegría, sabiendo que este momento era tan significativo para ella como lo era para mí.
Mi vida había dado muchos giros, en diferentes etapas y años, pero hace dos años, algo que creí imposible ocurrió. Tomé una curva peligrosa, decidí saltar al vacío sin saber lo que me esperaba al final. Fue una decisión llena de incertidumbre y miedo, pero también de esperanza. Me arriesgué, confiando en que el destino me llevaría a un lugar mejor.
Recordé todos los momentos difíciles, las noches de insomnio y las lágrimas derramadas. Pero también recordé las risas, los abrazos y los pequeños triunfos que me habían llevado hasta aquí. Esta fue una de esas pocas veces en las que, después de un esfuerzo inmenso, hay una recompensa. Tomé riesgos y ahora soy feliz, haciendo felices a los demás, viviendo la vida que siempre quise, con las personas correctas a mi lado.
Por muchos años pensé que la felicidad no llegaría, que estaba destinada a vivir en una constante búsqueda sin fin. Pero aprendí que la felicidad no es algo que se encuentra de repente; es algo que se construye, paso a paso, con cada decisión y cada acto de valentía. Solo era cuestión de esperar, de tener paciencia y de creer en mí misma.
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Alguien como tú
Teen FictionSabrina, una joven de veinte años, vive con su madre en una casa acogedora situada en un pequeño barrio olvidado por el tiempo. Su madre, deseosa de que Sabrina tenga un futuro mejor, insiste en que asista a la universidad. Sin embargo, la falta de...