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Capítulo 18: Sin vuelta atrás.

Apenas las puertas del ascensor se cierran, Lucas me empuja con gentileza contra una de las paredes. La sorpresa y el movimiento rápido me hacen ahogar un grito, que se queda atrapado en mi garganta. Sus ojos, oscuros y llenos de una intensidad que me deja sin aliento, se clavan en los míos.

Las manos de Lucas están en mi cintura, firmes pero suaves, como si temiera que pudiera romperme. Su nariz está casi rozando la mía, y puedo sentir su aliento cálido mezclándose con el mío, ambas respiraciones igual de irregulares y cargadas de deseo contenido.

—No sabes cuánto me costó estar lejos de ti —susurra él, su voz ronca y llena de una emoción que me hace temblar. —no poder acariciar tu piel, no poder tenerte cerca...

Levanta su mano y la pone en mi cuello, sus dedos largos y cálidos acariciando mi piel con una ternura que contrasta con la urgencia en sus ojos. Su pulgar roza mi mentón, levantando mi cabeza con suavidad para que lo mire directamente a los ojos. En su mirada, veo reflejado el mismo anhelo que siento arder en mi interior.

—Creí que... no importa. —susurro, una sonrisa temblorosa curvando mis labios. —Fui egoísta al pensar que solo yo estaba sufriendo, que tú estabas mejor sin mí...

Mis manos se posan sobre su pecho, sintiendo el latido acelerado de su corazón bajo la tela suave de su camisa. Mis dedos juegan con la tela, buscando anclarme a algo tangible en medio de la tormenta de emociones que me envuelve.

—Me gustaría besarte, Sabrina —susurra él, su voz apenas un murmullo cargado de deseo y una súplica silenciosa.

—A mí me gustaría que lo hagas —le digo, mi voz apenas un susurro mientras me pongo de puntillas, acercándome aún más a él.

Lucas acerca sus manos a mi máscara, sus dedos rozan mi piel con una delicadeza que contrasta con la urgencia con la que se quita la suya. Siento un escalofrío recorrer mi espalda cuando sus ojos, ahora descubiertos, se encuentran con los míos. Hay una intensidad en su mirada que me deja sin aliento.

El tira las máscaras al suelo, el ruido no rompe la tensión que se siente en el ambiente. Me abrazo a su cuello, mis dedos se enredan en su cabello, acariciando suavemente la nuca. Él me toma de las mejillas, sus manos cálidas y firmes, y se acerca lentamente hasta que su nariz roza la mía. Mi corazón late con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho, y mi respiración se vuelve errática. Mis labios se entreabren, anticipando lo que está por venir.

 Mis labios se entreabren, anticipando lo que está por venir

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—Eres tan linda... tan mía —susurra él, su voz apenas un murmullo que me envuelve, como una caricia invisible que recorre mi piel.

Antes de que pueda responder, sus labios se encuentran con los míos. Cierro los ojos y me dejo llevar por la sensación de sus labios sobre los míos, suaves pero urgentes. El beso es una mezcla de ansiedad y desesperación, como si ambos estuviéramos buscando algo que solo el otro puede ofrecer. Siento su aliento cálido, su sabor, y me pierdo en la intensidad del momento. Sus manos se posan suavemente en mi cintura, acercándome más a él, y el mundo exterior desaparece, dejándonos solo a nosotros dos en ese pequeño espacio.

El tiempo parece detenerse, cada segundo estirándose en una eternidad. La electricidad del momento es palpable, y mi corazón late con fuerza en mi pecho. La conexión entre nosotros es innegable, y en ese instante, todo lo demás deja de importar. Solo existimos él y yo, unidos por un deseo que trasciende cualquier barrera.

Apenas pasan unos segundos cuando el sonido de las puertas del ascensor abriéndose nos sorprende. Nos separamos rápidamente, el hechizo roto por la llegada de una mujer de al menos cincuenta años que sube al ascensor. Su presencia es un recordatorio abrupto de la realidad, y el momento mágico se desvanece como un sueño interrumpido.

Bajo la mirada, sintiendo el calor subir a mis mejillas, y evito mirarla a los ojos para que no sospeche lo que estaba ocurriendo dentro de las cuatro paredes del ascensor. La mujer nos mira brevemente, pero no dice nada, ocupando su lugar en silencio. Lucas levanta las máscaras y el ascensor continúa su ascenso, y el silencio entre nosotros se vuelve incómodo, cargado de la tensión del momento anterior.

Lucas se mueve ligeramente a mi lado, y aunque no lo miro, puedo sentir su presencia, su cercanía. Mis pensamientos están enredados, una maraña de emociones y deseos que no puedo desenredar. El ascensor finalmente llega a nuestro piso, y salimos apresuradamente, dejando atrás a la mujer y el momento que compartimos.

Caminamos en silencio por el pasillo, la distancia entre nosotros es más grande que nunca. Quiero decir algo, romper el silencio, pero las palabras se me escapan. Finalmente, Lucas se detiene y me mira, sus ojos llenos de una mezcla de arrepentimiento y deseo.

—Lo siento... —murmura, su voz apenas audible.

—También me disculpo —susurro.

Las disculpas no sirven de nada por que cuando él abre la puerta y entramos, sin siquiera mirar la habitación o prender la luz, vuelve a buscar mis labios. Esta vez, no hay interrupciones. Acepto su beso sin pensarlo, mis manos recorren su espalda, sintiendo cada músculo tensarse bajo mis dedos. El mundo exterior desaparece y solo existimos nosotros dos, perdidos en un beso que parece contener todas las palabras no dichas, todos los sentimientos reprimidos.

Lucas, con una delicadeza que me sorprende, me toma de las piernas y me levanta suavemente, indicándome, con ese simple gesto, que enrolle mis piernas alrededor de su cadera. Sin romper el beso, sigo sus indicaciones, sintiendo cómo sus manos recorren mis piernas con una ternura que me hace estremecer.

Mientras sus dedos trazan caminos de caricias en mi piel, comienzo a desabotonar su camisa, uno a uno, todos los botones, con manos temblorosas pero decididas. Lucas se separa un momento, lo justo para mirarme de arriba a abajo. En su mirada no solo hay deseo, sino también un profundo alivio y un cariño que me llena el corazón. Sus ojos brillan con una intensidad que refleja la mía, y en ese instante, siento que estamos conectados de una manera que va más allá de lo físico.

—¿Estás segura de esto? —pregunta él, con una preocupación genuina en su voz.

—Sí, estoy segura —susurro, asintiendo con firmeza.

Lucas sonríe y, sin soltarme, camina hacia la cama. Yo sosteniéndome con la misma facilidad con la que un koala se aferra a un árbol. Me deposita con cuidado sobre las sábanas, asegurándose de que no me golpee, y se recuesta sobre mí, cuidando de no aplastarme con su peso.

Sus ojos se encuentran con los míos y, mientras me acaricia el cabello con una suavidad infinita, siento que soy alguien especial, alguien importante para él como el lo es para mi. Le devuelvo el cariño con una sonrisa, una sonrisa sincera que él responde antes de inclinarse para besarme de nuevo.

Esta vez, el beso es lento, calmado y lleno de una ternura que me derrite. La emoción dominante deja de ser el deseo para convertirse en un cariño profundo, y no puedo evitar sentir que mi corazón se calienta con una ternura que nunca antes había experimentado, con nadie. Siento que estoy justo donde debería estar, con la persona correcta.

Termino de quitarle la camisa a Lucas, y ese simple acto marca el comienzo de una unión que trasciende lo emocional y físico, llevándonos a un lugar donde solo existimos él y yo, en un mundo de caricias y susurros compartidos.

Alguien como túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora