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Capítulo 10: Bailando con el enemigo.

Una muchacha rubia pasa justo por delante de nosotros, haciendo que pierda mi enfoque en mi padre y Vanesa. La chica tiene su largo cabello ondulado hasta la cintura, y lleva un vestido rojo suelto de seda que se mueve con gracia a cada paso. Sus zapatos altos de tacón aguja la hacen parecer aún más alta y delgada, destacando entre la multitud.

—Vaya, ella es muy linda —susurro casi sin darme cuenta, mis palabras apenas audibles entre el bullicio.

—Sí, lo es —contesta Lucas, con una sonrisa enigmática. —, pero hay chicas más lindas por aquí esta noche

—Seguramente —le respondo, siguiendo a la chica con la mirada hasta que se pierde entre la gente.

Me giro hacia Lucas, quien mira hacia adelante mientras bebe. Con uno de sus brazos apoyado en la barra, adopta una pose despreocupada y relajada, pero a la vez elegante y masculina. La luz suave del bar resalta los contornos de su rostro, dándole un aire misterioso. Mis ojos viajan de arriba a abajo, recorriendo cada detalle de su figura, y por alguna razón no puedo apartar mi vista de él, por más que quiera. O quizás, en el fondo, no quiero apartarla.

Lucas se gira hacia mí y su mirada se encuentra con la mía, dejándome sin palabras. Sus ojos, profundos y oscuros, parecen buscar algo en los míos, algo que ni siquiera yo misma sé si puedo ofrecer. Me quedo atrapada en ese momento, incapaz de articular una sola palabra, sintiendo cómo el tiempo se detiene a nuestro alrededor.

—Bueno, voy... al baño —menciona él, rompiendo el silencio con una voz que suena más suave de lo habitual. Solo puedo asentir, incapaz de encontrar mi voz.

Lucas se aleja con su copa en mano, su figura desapareciendo entre la multitud del bar. Lo sigo con la mirada hasta que se pierde de vista, y entonces procedo a terminar mi bebida, sintiendo una mezcla de alivio y desasosiego. El alivio de que la tensión momentánea se haya disipado, pero también el desasosiego de no saber qué hacer con los sentimientos contradictorios que me provoca.

La noche avanza y la música sube de tono, invitando a la gente a dejar los lujos de lado y entrar a la pista a bailar como si nada importara.

Vanesa me llama desde lejos y me acerco. Mi padre y ella empiezan a bailar como si ambos se volvieran jóvenes y tuvieran tan solo veinte años. Sus risas y movimientos despreocupados me llenan de una calidez nostálgica.

Las luces se vuelven más tenues, apenas dejándome ver a las personas a mi alrededor. El humo que empiezan a lanzar tampoco ayuda a ver mejor, pero crea un ambiente increíble. El humo cambia de color por las luces que parpadean alrededor de la pista, añadiendo un toque mágico a la escena.

La gente grita, canta con euforia y no puedo evitar sonreír y empezar a bailar al ritmo de "Escápate Conmigo" de Wisin y Ozuna, que es la canción que empieza a sonar. La música, el ambiente y la bebida que había tomado, todo eso hace que me sienta muy cómoda y que esto sea muy divertido.

Pronto pierdo de vista a mis padres, pero no puedo dejar de bailar. Me dejo llevar por el ritmo, sintiendo cómo la música vibra en mi cuerpo y me libera de todas las preocupaciones. La pista de baile se convierte en un refugio donde el tiempo parece detenerse y solo existe el presente, lleno de alegría y movimiento.

Unas manos se posan con suavidad y delicadeza sobre mi cintura, enviando un escalofrío por mi columna. Claramente es un chico que está justo detrás de mí. Iba a detener mi baile, pero él empieza a acompañarme, moviéndose al compás de la música como si estuviéramos conectados por un hilo invisible. La melodía nos envuelve, y por un momento, todo lo demás desaparece. La pista de baile, las luces, las personas a nuestro alrededor, todo se desvanece, dejándonos solo a nosotros dos en un mundo creado por la música.

Alguien como túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora