Capítulo 15: En la ignorancia.
El doctor termina de sacarme sangre y me extiende un pequeño algodón. Lucas es más rápido. Toma la bolita blanca y suave, la coloca en mi brazo y presiona levemente, su toque es firme pero delicado, como si temiera lastimarme.
—¿Cuándo estarán los resultados, doctor? —pregunta él, su voz cargada de una preocupación que intenta disimular.
—En unos días, es muy seguro que estén el sábado, pero tardan en llegar, se los enviaré por la noche —responde el doctor con una sonrisa tranquilizadora.
—Muchas gracias, ya le dejamos nuestros correos personales, por favor, envíe la información a ambos —añade Lucas, asegurándose de que no haya ningún error en la comunicación.
El doctor asiente y nos despedimos. Salimos de la sala y el viaje de regreso a casa se hace eterno y silencioso. El motor del coche ronronea suavemente, pero no logra calmar la tormenta de pensamientos que se agita en mi mente. Lucas mantiene la vista en la carretera, sus manos firmes en el volante, pero de vez en cuando me lanza miradas furtivas, como si quisiera decir algo pero no encontrara las palabras adecuadas.
Apenas llegamos, le dedico una mirada a Lucas, una mezcla de agradecimiento y confusión, y subo a mi habitación, ocultando el algodón que llevo en el brazo. Siento su mirada seguirme hasta que desaparezco por las escaleras.
Me tiro sobre la cama, boca abajo, hundiendo mi rostro en la blanca y suave almohada. El aroma a lavanda me envuelve, pero no logra calmarme. Tengo tantas emociones a la vez dentro de mí, que no sé si quiero gritar y romper algo o simplemente llorar y hacerme bolita bajo las mantas. La incertidumbre me consume, y el peso de la espera se siente insoportable.
Cada segundo que pasa parece alargar la agonía. Me doy la vuelta y miro el techo, tratando de encontrar respuestas en las sombras que se proyectan. Pero solo encuentro más preguntas. ¿Qué significarán esos resultados?, ¿cómo cambiarán nuestras vidas?.
Cierro los ojos y trato de respirar profundamente, buscando un poco de paz en medio del caos. Pero la imagen de Lucas, con su expresión preocupada y sus manos temblorosas al colocar el algodón en mi brazo, no me abandona.
Al despertar el día siguiente, lo hice con la idea de que Lucas estaría conmigo en esto, pero cada segundo que pasa, siento que se aleja más y más. A veces, ni siquiera me mira, como si no notara que estoy allí, como si fuera invisible para él. Es doloroso ver cómo su mirada se pierde en la distancia, ignorando mi presencia.
Cuando intento hablarle, parece que no me escucha. Sus respuestas son monosílabas, un simple 'hmm' que no dice nada y lo dice todo. Es como si hubiera levantado un muro entre nosotros, uno que no puedo atravesar por más que lo intente.
Si trato de acercarme, siempre encuentra una excusa para irse. Dice que tiene algo que hacer, que necesita salir, y no vuelve a la casa ni siquiera para la cena.
Después de varios días de espera, finalmente llegó el viernes. Mi padre, con una sonrisa en el rostro, nos anunció que iríamos a la playa. Ese día no tenía intención de trabajar; quería pasar tiempo en familia.
Me recosté en la reposera, bajo una enorme y colorida sombrilla que nos protegía del sol abrasador. A lo lejos, pude ver a Lucas en la fila de un puesto de comida, comprando algo para todos. A mi lado, mi padre aplicaba bloqueador solar en la espalda de Vanesa, mientras ella, con su cámara en mano, capturaba imágenes del cielo azul y el agua cristalina.
Las interacciones entre Lucas y yo se habían reducido a lo esencial: preocupaciones de hermanos, cuidados familiares y un respeto mutuo que parecía más una barrera que un puente. La conversación más larga que habíamos tenido en días, no superaba las cinco palabras.
No quería que las cosas fueran así. Por más extraño que pudiera parecer, extrañaba su voz, sus bromas mordaces, la forma en que su mano rozaba mi mejilla, sus ojos negros que parecían ver a través de mí, y su perfume, ese aroma que siempre me hacía sentir segura y a la vez inquieta.
Suspiré profundamente, obligándome a dejar de pensar en él de esa manera. No podía permitirme esos pensamientos, no ahora que los resultados estaban tan cerca de llegar. Lucas parecía estar bien y feliz con la distancia que habíamos puesto entre nosotros. Entonces, ¿por qué a mí me seguía doliendo tanto?.
Lucas me extiende un helado de fresa y chocolate, con algunas galletas molidas esparcidas por arriba. La combinación de colores y texturas es tentadora, y no puedo evitar sonreír levemente al verlo. Cuando tomo el helado, nuestros dedos se tocan sin querer y nuestras miradas se cruzan. Es un momento fugaz, pero cargado de una intensidad que me deja sin aliento. Lucas entreabre los labios para decir algo, pero parece que se arrepiente y aparta la mano rápidamente, como si el contacto le hubiera quemado.
—Gracias —susurro casi con dolor, mi voz apenas audible mientras miro hacia otro lado, tratando de ocultar el torbellino de emociones que me invade.
Lucas se sienta en la reposera de al lado, y aunque puedo sentir su presencia tan cerca, evito mirarlo con todas mis fuerzas. Mi trabajo ahora es imaginar que Lucas no está aquí, o bien saber que está ahí, pero fingir que su presencia no me afecta ni me importa. Es una tarea difícil, casi imposible, porque cada fibra de mi ser está consciente de él.
Pruebo el helado y el sabor es delicioso, una mezcla perfecta de dulzura y frescura que contrasta con la tensión y amargura que siento por dentro. Mis pies juegan con la arena del suelo, moviéndola de un lado a otro en un intento de distraerme. Suspiro profundamente, intentando convencerme de que soy una chica fuerte, que puedo manejar esta situación sin dejarme llevar por mis sentimientos.
El silencio entre nosotros es pesado, cargado de palabras no dichas y emociones reprimidas. Cada vez que Lucas se mueve o hace el más mínimo ruido, mi corazón da un vuelco. Me pregunto qué estará pensando, si siente lo mismo que yo o si simplemente está tratando de mantener la paz entre nosotros.
Finalmente, me armo de valor y giro la cabeza ligeramente para mirarlo. Lucas está mirando el horizonte, perdido en sus propios pensamientos. Hay una tristeza en sus ojos que me rompe el corazón, y por un momento, deseo poder borrar toda la distancia que nos separa. Pero sé que no es tan simple. Nuestras vidas están llenas de complicaciones y expectativas que nos mantienen apartados.
—Lucas... —empiezo a decir, pero las palabras se me quedan atrapadas en la garganta. No sé qué decir, cómo expresar todo lo que siento sin romper el frágil equilibrio que hemos logrado mantener.
Lucas gira la cabeza y me mira, sus ojos encontrándose con los míos una vez más. Sus pupilas parecen buscar algo en las mías, una respuesta, una señal. Antes de que pueda decirle algo, mi padre me interrumpe con su voz grave y autoritaria.
—Mañana por la noche hay una celebración en el hotel, la fiesta 'Wild Mask', ¿les apetece ir? —pregunta, rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros como una manta pesada.
—¿Qué es eso? —pregunto, tratando de desviar mi mente de los pensamientos sobre Lucas, aunque sea por un momento. Mi voz suena más curiosa de lo que realmente me siento.
—Es una fiesta de máscaras con temática de animales, puedes llevar una máscara del animal que quieras —responde Vanesa, con una chispa de emoción en sus ojos. Su entusiasmo es contagioso, y no puedo evitar sonreír un poco.
—Parece divertido —susurro, intentando contagiarme de su entusiasmo. La idea de esconderme detrás de una máscara, aunque sea por una noche, suena tentadora. Como si de esa forma sintiera que los problemas no van a poder identificarme y me dejarán en paz hasta que me quite la máscara.
Lucas, que había estado en silencio, finalmente habla. Su voz es firme pero cargada de una melancolía que no pasa desapercibida.
—Sí, iré... necesito distraerme —dice, sus palabras resonando en el aire. El silencio vuelve a posarse entre nosotros, pesado y denso, como si cada uno de nosotros estuviera perdido en sus propios pensamientos.
Mi padre asiente, felíz y satisfecho con nuestra respuesta.
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Alguien como tú
Teen FictionSabrina, una joven de veinte años, vive con su madre en una casa acogedora situada en un pequeño barrio olvidado por el tiempo. Su madre, deseosa de que Sabrina tenga un futuro mejor, insiste en que asista a la universidad. Sin embargo, la falta de...