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Una vez más, Jay estaba en el sofá, pero esta vez, en el de su departamento. Recostado mientras observaba a Jungwon revisar las fotografías desde su propio computador.


Dejo salir un suspiró pesado mientras se removia en la comodidad del colchón, dejando caer una mano por el borde del sofá. Cerro sus ojos un par de segundos antes de regresar su mirada al castaño, quien estaba totalmente concentrado en la pantalla; giro una vez más su cuerpo, dejando su peso sobre su hombro.



— Cuando me dijiste que aceptadas venir, me imagine algo totalmente diferente — Susurro para si mismo, tratando lo más posible evitar ser escuchado por el castaño. — ¡Jungwon!, ¿esta bien si entro a la ducha? — El castaño asintió sin quiera mirarlo, pues su concentración seguía en las fotografías de esa noche.





Jay no dijo nada más, se levanto de mala gana, arrastrando los pies hasta entrar al baño de su departamento. Cuando el agua de la llave resonó por todo el silencio abismal que abundaba en aquellas paredes, Jungwon dejó salir todo el aire que de alguna u otra forma había estado reteniendo.



Dejo de ver la pantalla de la computadora, dejando que sus manos dejaran pequeñas bofetadas en sus mejillas, claro, sin intención de lastimarse; solo, tratando de que estas no se pusieran rojas en un instante.



Inhalo y exhalo un par de veces mientras dejaba salir un par de suspiros, agradecía mucho que el rubio haya decidido huir del lugar, porque realmente lo estaba poniendo en una situación difícil.



Desde aquellos días atrás donde Jay lo había besado en la rueda de la fortuna, se comenzó a sentir raro, de una manera muy rara. Cada que este le mandaba un simple mensaje su corazón latía como loco, y ni hablar de cuando Jay le sonreía, lo tomaba de la mano sin permiso o dejaba un picó sobre sus labios, sentía que moriría ahí mismo. Jamás había sentido todo eso, las mariposas en su estómago, pecho y torso completo; las mejillas sonrojadas cada que el rubio le hacia un cumplido o lo llamaba por aquellos apodos tontos.



¿Gustar de Park?, se lo había cuestionado muchas noches evitando que aquellos pensamientos sobre el "si" o el "no", robaran horas de su sueño. Pero, llegando a una conclusión.

La respuesta era, sí.


Le gustaba Jay, y le dolia un poco admitirlo, al menos en su cabeza, ya que no se atrevía a hacerlo en voz alta.



Vamos, no es que Jay no lo mereciera, había sido tan malditamente lindo con él. Pero, había un problema, su madre; a pesar de los años, sabía que ella no lo aceptaba del todo, y si los problemas ya existían, no se imagina que pasaría su se entera que esta llevando una relación no amistosa con un chico. Si, le gustaba Jay, pero no era lo suficientemente valiente para decirlo, para enfrentarse, o para corresponderle, por ahora.


Los versos de un tonto guitarrista - Jaywon -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora