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Los días habían pasado tan rápido, que de ser solo dos días en el departamento de Park, se habían convertido en dos semanas, aquellas donde no pudo poner un solo pie en casa, aunque ya no sabía si seguir llamando así a aquel lugar donde creció. Por muchos años, para él fue su hogar, lleno de bonitos recuerdos, lleno de aquellas memorias de su niñez, pero ahora, no había nada de eso en su memoria, era como una amnesia temporal, porque todo lo que recordaba era su asquerosa adolescencia donde sólo recibía malos tratos. No había más recuerdos lindos.

Regresando a lo anterior. La señor Lee, quien fue la segunda persona en saberlo después de Jay, muy amablemente se había ofrecido a informar a Jungwon cuando ella no estuviera en casa. Y esa mañana que la bonita mujer dijo que había partido al trabajo, el rubio se encargo de conseguir el auto de su padre, a pesar de que no eran mas de un par de minutos caminando, cargar con las cosas seria cansado y muy pesado. Cuando el auto estacionó en lo que alguna vez fue su hogar, el mayor tomó de manera suave la mano de Jungwon, la cual temblaba ligeramente, aquella pequeña acción logro que el corazón del castaño se detuviera por un mili segundo, enviando miles de sensaciones por toda su espina dorsal, hasta regresar a su órgano el cual bombeo tanta sangre que sus mejillas inevitablemente se tiñeron de rojo, pero eso, no evito que se sintiera protegido por Jay, una sensación de protección que no había tenido desde el último abrazo de su progenitor.

Como el castaño lo imagino, la chapa de la puerta había sido cambiada, no podía ingresar con su llave, así que ambos tuvieron que recurrir al viejo método, la escalera, aquella que poseía miles de recuerdos, en su mayoría de su mejor amigo, pero sobre todo uno en especial, esa madrugada junto al helado de frutos rojos sobre su balcón.

Su ventana por suerte no tenía seguro, así que fue fácil abrirla desde afuera, su habitación estaba hecha un desastre, sus sábanas regadas de aquí para allá, su ropa por todo el suelo, ni siquiera lo dudaron, había sido ella en un arranque de ira. Sus cajones de su mesita estaban sellados con llave, así que no pudo sacar nada de ellos, la pequeña llave estaba escondida bajo la madera, Jay se encargo de tomar toda la ropa del castaño, guardandola en las maletas que Jungwon le había especificado previamente donde se encontraban.

Abrió el primer cajón, aquel donde se encontraba su bonita cámara, sonrió con nostalgia, no sabía porque, pero le causaba una sensación extraña a pesar de haberla colgado sobre su cuello miles de veces. Así, prosiguió con el segundo, tomando las fotografías en marcos, eran aproximadamente seis, donde posaba junto a su padre, el la última estaban ambos en su cumpleaños número catorce.

Reviso bajo su cama con la esperanza de encontrar su teléfono móvil, acertando en el intento.

— ¿Qué es esto? — Susurro para si mismo, notando lo que parecía ser una correa de mochila, estaba perfectamente escondidas bajo el colchón y la base de su cama.

Los versos de un tonto guitarrista - Jaywon -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora