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Los siguientes días fueron, raros, Jungwon estuvo de aquí para allá, ayudando a Heeseung a elegir decoraciones para su departamento, yendo con Jake a buscar muebles, y acompañando a Jay en las grabaciones de su nueva canción. Merecía un muy largo descanso, mínimo debía dormir diez horas seguidas.

Pero no, ahí estaba él.

Cerrando la última toma del nuevo video, pudo ver como el rubio suspiraba mientras lamia su piercing situado en su labio inferior. Jungwon rió ante tan escena, le gustaba cada que el rubio coqueteaba con el, aunque no lo admitiría frente al dueño de sus suspiros.

¿Qué si estaba jodido?, sí, mucho.


Le gustaba cada cosa de Jay, exterior e interior.

Era tan alto que dios, se sentía como un pequeño duende, sus labios tan jugosos y apetecibles con ese asqueroso sabor de cigarro cada que el rubio se atrevía a besarlo, la sensación del piercing en los de Jungwon, se sentía frío. Sus cejas rectas y pobladas, o su nariz tan fina, y su voz; o mierda,  se sentía desfallecer cada que aquel guapo muchacho lo llamaba "lindo" o "bonito", y sus manos que encajaban tan bien en su cintura. Pero no sólo eso, su forma de ser, era tan atento, y a pesar de apariencia de que en cualquier momento te robaría, era tan dulce, amable, siempre tratando de ayudar a otros, siempre llenándolo de cumplidos, recordándole cada día lo perfecto que era, aunque el mismo no se viera así.

Si, estaba jodidamente enamorado de Park Jongseong, y de manera lamentable aún no lo notaba.

Aunque no era la excepción, el rubio, de igual manera se encontraba a los pies de Jungwon.

Su bonito cabello castaño, sus lindos ojos avellana, sus voz chillona cada que le reclamaba por besarlo en plena calle, su actitud tan suave, si así podría decirse, su corazón tan dulce y compasivo, todo en Jungwon era el mismo cielo para Jay.

Al menos el si aceptaba y sabia lo mucho que estaba enamorado del pequeño castaño, lo supo desde aquella madrugada del primero de enero cuando los fuegos artificiales brillaron y sonaron en lo alto del cielo, desde el momento que él sonrió.


— ¿te llevo a casa? — Susurro Jay a pesar de estar a una distancia considerable, ambos estaban en el parque donde pasaron su primer madrugada juntos, ya que al castaño le parecía un lugar perfecto para las últimas tomas.

Lo pensó un poco, era mas de media noche, el tiempo se había pasado tan rápido, aunque la intención eran las escenas nocturnas, aun así, era tarde.

Su madre llegaría al día siguiente por la mañana, y Jungwon debía recibirla con el desayuno, así que habría un pequeño castaño con muchas ojeras.

Los versos de un tonto guitarrista - Jaywon -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora