Cap 3. "Al olor de las sardinas"

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No tardaron mucho en llegar a la entrada del pueblo. Una vez pasaron la primera casa ralentizaron el ritmo.

Puerto Bigotes. Un pueblo costero muy importante en todo el mundo por su gran mercado de pescado ¿El problema? Su población era mayormente, digamos, gatuna.

-Escucharme atentamente. No miréis a nadie a los ojos. Tampoco les dirijáis la palabra ni habléis entre vosotras ¿Entendido? -
Susurró Vilks.

Los gatos eran supersticiosos. Son tranquilos si no se sienten amenazados, pero se convierten en bestias si se les enfada. Piensan que cualquier cuchicheo es sobre ellos. Si los miras a los ojos piensan que les estás retando. Cualquier movimiento rápido lo interpretan como amenaza. Y ni te atrevas a entrar en su territorio.

La calle principal por la que andaban no tardó en llenarse de gatos. Todos estaban atentos a los forasteros. Les observaban desde los tejados, los balcones, las ventanas...

El camino de baldosas rosas y grises se hacía más empinado a cada paso que daban. Aún les faltaba un rato antes de llegar al nivel del mar.
El potente olor a pescado reinaba en cada rincón.
Se escuchaban maullidos, y por los pasos que escuchaban tras ellos, era obvio que algunos les estaban siguiendo. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Poppy se agarró al brazo de Rena.

-Rena, creo que he mirado a uno a los ojos- Susurro Poppy

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-Rena, creo que he mirado a uno a los ojos- Susurro Poppy

-Shhhhh. Estaos calladas-
Susurro Vilks.

Los tres sintieron un temblor que casi les tira al suelo. Vilks recuperó el equilibrio rápidamente ,pero, al volver a mirar al frente, se encontró con un gran y gordo gato siamés que tenía puesto un chaleco azul, cortándoles el paso.

-¿A dónde creéis que vais?-
Dijo el gato en tono amenazante.

-No estamos buscando problemas, solo queremos llegar al puerto-
Respondió Vilks tranquilamente.

-Eso no va a poder ser. Los barcos son exclusivos para la pesca. A no ser que tengáis uno propio no podéis acceder al puerto. Y creo que no es un misterio que tú ya no tienes barco, Vilks-
Al acabar esa frase, todos los gatos que estaban allí comenzaron a rodear a Vilks y compañía.

-Chicas, cuando yo os diga, quiero que corráis tan rápido como podáis ¿Listas? - Susurró Vilks.

-Vilks, las Surix no tenemos casi resistencia- Susurró Rena nerviosa.

Vilks esperó, paciente. Lentamente, metió su mano en la alforja y sacó un puñado de hierba gatuna. Lanzó la hierba al aire encima de ellos con un movimiento rápido. Esto hizo que los gatos miraran hacia arriba instintivamente, y al oler la hierba gatuna, su objetivo cambió instantáneamente. Todo esto pasó en cuestión de segundos y, cuando los gatos se quisieron dar cuenta, Vilks y las chicas ya estaban por irse.

-¡Corred!-

Los tres salieron corriendo. Vilks empujó a dos gatos para abrirse paso tirándoles al suelo. Siguieron corriendo calle abajo mientras se sacudían la hierba gatuna que se les quedó en el pelaje para ir dejando un rastro. Esto no les perjudicaba, al contrario, los gatos no podían resistirse a su olor. Lo que estaban consiguiendo era cubrir su propio rastro con el olor de la hierba.

La perla de la pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora