Se acercaban cada vez más al árbol de Rolfo. Y, cuanto más cerca estaban, más familiar les parecía todo a Vilks y Trix. No tardaron en reconocer varios lugares donde jugaban cuando eran pequeños. Llevaban años sin pisar las Praderas Carquejo por miedo a encontrarse con el padre de su amigo.
Pero la nostalgia les pegó demasiado fuerte. "En esa roca, jugábamos a ser piratas en un barco" "En la orilla del río, nos tumbábamos por la noche a ver las luciérnagas" "Entre esos arbustos, nos escondíamos de Rolfo para hablar de lo que haríamos cuando creciéramos".
Si tan solo hubieran sabido lo que pasaría en un futuro, jamás le hubieran convencido para escaparse.
Y por fin, encontraron el gran árbol. Pero ya no estaba como lo recordaban. No tenía ni una sola hoja verde, su tronco estaba seco, como si nadie hubiera cuidado de él en mucho tiempo.
Al observarlo más detenidamente, pudieron ver tres huellas marcadas en la madera. Ya no pudieron retener más sus lágrimas. Era obvio que el lugar había sido abandonado hacía mucho tiempo.
Las Surix registraron el lugar en busca del fragmento, pero no hubo suerte. Al notificar a sus amigos, se pusieron a pensar donde podría estar. De todas las posibilidades que había, solo una les asustaba más que las demás. Pues la posibilidad de que el fragmento de Rolfo estuviera vigilado por Base era demasiado alta. Aún así, tuvieron fe en que no fuera así.
Después de proponer un par de lugares más, los dos amigos cayeron en la cuenta. Se miraron y asintieron.
Pusieron rumbo al nuevo destino, una colina bastante alta donde Dingo y su padre solían observar las estrellas. Las posibilidades de que el fragmento estuviera allí eran también altas. Era un lugar muy personal para padre e hijo. Sobre todo porque Rolfo odiaba a Trix y a Vilks, y no les permitía subir a esa colina por ser un lugar reservado para él y para Dingo.
Pero si no estaba allí, tendrían que volver a revivir un recuerdo tan traumático como lo fue entrar en Base.
Que la suerte de Surix les acompañase.
Llegaron a la colina. Se asustaron un poco al no ver el distintivo brillo propio de los fragmentos asomarse por la cima, pero se calmaron al recordar que ese fragmento ya no tenía dueño, y por lo tanto no brillaba. Comenzaron a subir la empinada cuesta, pero se detuvieron al instante al ver movimiento justo en la cima ¿Coincidencia? No lo parecía.
Decidieron rodear la colina y subir por otro lado. Y menos mal que hicieron eso. Gracias al rodeo, subieron por el lado en el que no se encontraba el infectado. Una rápida ojeada confirmó sus sospechas, y con ellas, sus mayores temores. Era Rolfo, en versión "sus peores pesadillas", pero era él. Su versión infectada seguía teniendo su distintiva lengua fuera y su gran hocico, pero su tamaño era mayor y daba mucho más miedo. Esto provocó en Trix y en Vilks un gran choque de sentimientos.
El coronel estaba tumbado en la hierba rodeando con su cuerpo y cola una piedra. Podía ser la tumba de su hijo. Tras acercarse sigilosamente para no despertarle, tuvieron un gran momento de alivio al ver el fragmento de la perla junto la piedra y rodeada de flores azules.
No tenía color, era un simple trozo de cristal que tenían que tocar para que recuperara su brillo ¿Pero quién?
Tenían que tener en cuenta que el infectado podía contagiarles si no tenían cuidado. El más cualificado para ir era Vilks, quien ya poseía un fragmento de la perla y, por lo tanto, tenía su magia protectora. Pero por otro lado, no sabían si era posible que un guardián pudiera tener dos fragmentos de la perla. En ese caso, lo mejor sería que Trix fuera a por él.
Pasaron los minutos y no podían ponerse de acuerdo. Casi parecía que ninguno de los dos quisiera acercarse a Rolfo ¿Por respeto? ¿Por miedo? Pasaron tanto tiempo discutiéndolo que no se dieron cuenta que Poppy ya estaba al lado del fragmento a punto de tocarlo con su pata.
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La perla de la paz
FantasyCuando alguien se enferma, lo más normal es ir al médico, pero ¿Y si te dicen que la única cura para lo que padeces es una perla quebrada cuyos trozos están repartidos por todo el mundo? Los dueños de los trozos de la perla se odian, la enfermedad s...