Noey
—Bien, di lo que tengas que decir —me dijo Irin, luego de comerse una dona. Sus labios estaban ya azucarados, lo que le daba un aspecto bastante gracioso.
Moría de ganas de besarla y acabar con esta tensión en el auto, que era a donde la había traído para hablar.
- No me dejaste explicarte todo cuando nos volvimos a ver, cerecita -respondí mirándola.
- Te estoy dejando ahora, ¿qué quieres?
- Yo no sabía del bebé, tampoco que me fuiste a buscar -confesé y ella se quedó muy quieta—. De haberlo sabido...
- Me habrías tirado dinero a la cara para que abortara, te conozco -contestó con rencor y los ojos llenos de lágrimas. Abrió la caja de donas y dejó la segunda que iba a comerse.
No era buena señal.
-Nunca, me habría hecho cargo. —La tomé del mentón y la obligué a mirarme. Me ponía muy nerviosa tenerla a escasos centímetros de mí. Ninguna mujer había logrado tal efecto.
Irin era una en un millón, la única que podía lograr que sintiera tanto placer y tanto amor como para no volver a mirar a nadie más.
- No es verdad —rebatió. Sus ojos verdes se llenaron de lágrimas y parecieron aclararse
- Se veía preciosa, más no me gustaba verla tan triste.
- Sí lo es —la contradije y limpié sus lágrimas-. Te amo, cerecita.
- Será mejor que me vaya.
Irin intento bajar, pero en ese momento encendí el auto y eche en reversa. Ella me miro asustada
- ¿Qué mierda haces? —me reclamó, pero yo ya estaba decidida. Llevaba un buen rato con una erección tremenda, ansiosa de clavarse en el interior de esta mujer.
-Lo que mejor se hacer demostrarte cuánto te amo en la cama.
-No Noey no. Carajo sí quiero, pero no está bien.
- Claro que lo está, es la mejor manera de entendernos.
- Pues no debería ser así.
- Nosotras somos así. —Me encogí de hombros y sonrei. Irin no volvió a protestar y correspondió a mis besos cuando llegamos a mi casa, donde me importó una mierda que nos vieran los empleados.
- Te amo, Irin -Gruñi y mordí suavemente su hombro mientras dejaba caer el vestido a sus pies.
- No me amas.
- Es verdad, no solo te amo, te amo locamente. Nadie me hace sentir lo que tú, nadie es mi cerecita.
Metí mi mano bajo su ropa interior y gemí al notar la humedad entre sus piernas. Estaba más que lista para mí.
-Noey...
La dejé caer sobre la cama y, luego de bajarle la tanga, le abrí las piernas y me dediqué a darle amor a su vulva. Me estaba volviendo loca por lo delicioso que sabía y por sus jadeos y gruñidos, también por cómo jalaba mi cabello.
-Oh, diablos, así, así, oh, Noey, ¿qué carajo estás haciendo? -preguntó incrédula.
«Comer esto con adoración», pensé emocionada. Movi más la cabeza y succioné más.
Por un momento frené y miré maravillada aquella zona rosada, apetitosa y llena de una humedad brillante. Con dos de mis dedos comencé a estimular y ella se arqueó.
Amaba ver todos aquellos pliegues y clítoris en su máximo esplendor, pero mucho más ver las reacciones de mi cerecita, quien pedía a gritos que no dejara de hacer eso.
Deseaba complacerla, pero no quería perder la oportunidad de que sus ganas de coger se terminaran en cuanto le diera un orgasmo, así que me aparté, me terminé de desvestir y me deslicé en su estrechez.
-Perdóname, Irin, por favor -supliqué con desespero mientras la embestía y la miraba a los ojos, los cuales estaban llorosos, al igual que los míos-. Vuelve a mi lado.
-No.
- Vuelve a mí -imploré y arremetí con más fuerza. En ese momento dimos la vuelta y ella quedo sobre mí-. No quiero pasar el resto de mi vida sin tenerte
- Es demasiado tarde.
- No, no, no digas eso -dije angustiada y toqué su rostro, pasando uno de mis dedos por su labio inferior. La expresión de ella era muy sensual pero triste a la vez.
La tomé por la espalda y la atraje hacia mí para devorar su boca. Ella se resistió al principio, sin embargo, terminó correspondiendo. Su cuerpo temblaba como el mío, las dos vibrábamos de deseo y era imposible detener nuestros movimientos.
- No te voy a dejar ir, cerecita, nunca, nunca, nunca -dije enloquecida, dándole más fuerte. De nuevo nos habíamos puesto en la posición inicial, yo sobre ella
- ¿Te vas a casar conmigo? -preguntó burlona.
- Si, mañana mismo -contesté-. Pasaré la vida entera reparando mi error.
- Oh, diablos, me voy a correr -se quejó con voz chillona—. No te corras dentro.
- Está bien...
Me alcé un poco y coloqué sus piernas en mis hombros, admirando como una idiota su pequeña cintura y esos pechos deliciosos, que se movían en cada estocada. Ella estaba con los ojos cerrados y la boca abierta, señal de que no tardaría nada en correrse.
Y entonces explotó. Lo hizo con tanta fuerza que me fue muy difícil resistir la tentación de eyacular adentro. Apenas pude salir y derramarme sobre su vientre, lo que la hizo gemir de forma débil.
- ¿Cuándo quieres que sea la boda? -pregunté sonriente y ella puso los ojos en blanco.
- No lo sé... ¿Tal vez nunca? -Resopló. Aquello dolió, pero mantuve mi expresión socarrona.
- Bien, entonces yo pondré la fecha, no te preocupes.
- No, Noey, no me puedo casar contigo, ni siquiera...
- Calla ya, cerecita rebelde. Tus días de soltería se terminaron ya, te lo dije esa vez y te lo digo ahora.
- Parece que no te importa lo que ocurrió o cómo me sentí
- Por supuesto que me importa. -Gruñí-. Pero eso vamos a sanarlo juntas. No puedo estar ni un segundo más sin ti.
- Tendrás que hacer algo más que esto si quieres lograr casarte conmigo. -Bufó-. No seré una prometida fácil.
- ¿Aceptas ser mi prometida?
- No, no dije eso. —Se ruborizó.
- No importa, lo aceptarás, yo sé que sí.
- Eso ya lo veremos. -Sonrió de forma malvada—. Tal vez ya no me gustes tanto.
- Ah. ¿No?, ¿y esto que acaba de pasar qué ha sido? -pregunté burlona.
- Un momento de placer y ya. -Se encogió de hombros.
- Sabes que fue mucho más. -Entrecerré los ojos—. Y no voy a dejarte ir de esta cama hasta que no lo admitas
- ¿Acaso crees que quiero más? -Resopló.
- Si... estoysegura de que quieres más.
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Castigando a mamá | FreenBecky G!P
FanficFreen Chankimha es todo lo que una empresaria del siglo XXI quiere ser: dueña de una prestigiosa empresa de tecnología, arrogante, atractiva y llena de mujeres a su alrededor para satisfacer sus placeres carnales, entre estas yo. Soy la amante perfe...