Capitulo 11: Una explosión de pan

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NUEVE MESES DESPUES


Daemon Targaryen bajó de la pasarela y se tomó un momento para recuperar el equilibrio. Aferrándose a Rhaenyra mientras ella hacía lo mismo antes de entrar a su reino.


Viserys y Daemon eran muy parecidos a la luz y la oscuridad en algunos aspectos. Opuestos de carácter vinculante. Poniente había sido de Viserys desde que murió el rey Jaehaerys. Daemon se aseguró de que su hermano obtuviera el trono. Apoyándolo por encima de su prima Rhaenys. Reunir a los Arryn y asegurarse de que hicieran una demostración, así como que Daemon pidiera varios favores a otros nobles.


Pero Flea Bottom, ese siempre había sido de Daemon.


Incluso antes del Gran Consejo. Incluso cuando Viserys frecuentaba estas mismas calles cuando los dos eran jóvenes. Este siempre estuvo destinado a ser el dominio de Daemon.


Habían pasado años desde la última vez que Daemon lo visitó, sin embargo, los Capas Doradas que pasaban sonrieron con placer al verlo antes de hacer una respetuosa reverencia. Ninguno de ellos había olvidado los esfuerzos de Daemon por convertir los Capas Doradas en algo significativo. Ni siquiera los nuevos reclutas. Hasta el día de hoy, Daemon los financió cuando el Rey se negó. Garantizar que los Capas Doradas tuvieran el acero y la armadura adecuados para cumplir con sus deberes.


Jacaerys, Lucerys y Joffrey estaban sentados acurrucados como patitos. Su cabello castaño y esponjoso contrasta fuertemente con el del resto de la familia. Las narices se arrugaron ante el deplorable hedor, los ojos muy abiertos mientras miraban a la gente común que seguía con su día. Marineros haciendo rodar barriles por el terreno irregular, ruidosos y bulliciosos, con tatuajes en los brazos. Mujeres ligeras de ropa que hacían señas a cualquier hombre que pareciera capaz de pagar unos minutos de su tiempo. Un comerciante gritando los precios de sus prendas y un panadero agitando su pan de un lado a otro mientras farfullaba sobre su frescura. Todo podría resultar un poco abrumador si no estás acostumbrado.


Baela descendió por la pasarela con su pequeño moño atado a su hombro mientras Rhaena la seguía a un ritmo más tranquilo. El cabello recién cortado de Baela estaba largo hasta su mandíbula, las trenzas volaban hacia adelante y hacia atrás en cada dirección mientras contemplaba con avidez las vistas. Después de que Baela convenciera a Daemon para que le permitiera entrenar con una espada, un día ella cayó con la espada recién cortada. Sin molestarse en preguntarle a nadie si podía y tomándolo en sus propias manos. Rhaenyra se había preocupado por eso, pero lo dejó pasar. Baela era su hija más testaruda.

Guía de Luna Lovegood para los príncipes encantadores*TRADUCCION*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora