Capítulo 51: Un cuento de dos hermanos

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Aegon Targaryen, rey de los Siete Reinos, deseaba arrancarse el pelo. No es que tuviera mucho para empezar. Se lo llevaba corto, pero lo suficientemente largo como para que su madre no lo regañara. No había forma de ocultarle a Luna lo que había hecho Aemond. Cuando su madre se dio cuenta de que Lucerys aún respiraba, llamó al maestre Orwyle y a Luna. Aegon había corrido a la Casa de las Puertas Torcidas a lomos de Sunfyre. Incapaz de formular una sola palabra para decirle a su ya afligida esposa lo que había hecho su idiota hermano. ¡Era el trabajo de Aegon joder las cosas, no de Aemond! ¡Ambos no podían ser ineptos! Se suponía que Aemond era el racional.


Aegon pensó en silencio que era bueno que los Verdes atacaran primero. Pero Luna no lo creía. Esas palabras honestas nunca saldrían de su lengua. Madre hizo que Aemond se quedara en sus habitaciones en la Fortaleza Roja hasta que pudieran averiguar qué hacer. Fuera de la vista de Luna en caso de que ella ordenara que se hiciera algo estúpido. Como encarcelar a Aemond en las celdas negras. Luna tenía una obsesión con enviar a las personas a las celdas en lugar de mutilarlas o matarlas.


Vhagar se comió a Arrax, el dragón de Lucerys. Aemond también le había arrancado el ojo a Lucerys para vengarse. Todos estos años Aemond había hervido de rabia en silencio. Esperando y conspirando para que sucediera lo que pasaría en Rocadragón. Luna les había advertido y, como siempre, nadie escuchó. Aemond había llevado a Lucerys volando hasta la Fortaleza Roja. En algún momento durante el vuelo, el niño se desmayó por la pérdida de sangre. El maestre Orwyle cortó los trozos sobrantes del ojo de Lucerys. Luna echó un vistazo a Luke y se echó a llorar. No sabía nada sobre una herida así. Después de que el Gran Maestre limpiara la herida de Lucerys, Luna la curó. Eso fue todo lo que pudo hacer. El niño se había despertado unas horas más tarde, débil y llorando por su madre. Luna lo había abrazado y le había prometido que no pasaría nada más con él.


—Esto es la guerra —le dijo Aegon a su esposa—. No es tan bonita como las canciones. La guerra es cruel, brutal y prolongada. Daemon no habría dudado en aprovecharse de un golpe así.


Lo que más atormentaba a Luna era que Aemond no se arrepentía de lo que había hecho. Estaba bastante satisfecho.


"No temas, buena hermana, yo llevaré la carga que tú no puedes soportar".


Luna estaba tan dolida por las palabras que Aegon no deseaba nada más que golpear a su hermano en la cabeza. Aegon no se equivocaba, pero Luna era amable y todos lo sabían.


—Le escribí una carta a Rhaenyra y Daemon —susurró Luna.


Guía de Luna Lovegood para los príncipes encantadores*TRADUCCION*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora