Capitulo 30: Una bahía de dragones

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Habían pasado tres meses cuando Aegon se despertó en mitad de la noche.


"Vete a la mierda", gruñó, acercando a su esposa. Las cejas de Luna se fruncieron pero no despertó. Acurrucándose en su calidez como un gato complacido. Una fina camisola cubría su modestia.


—Pero, mi príncipe ... Dijiste que en cuanto se supiera algo sobre esclavistas te encontrarían.


Aegon se despertó como si estuviera empapado en agua helada. Se sentó, se secó la arena de los ojos y miró hacia la ventana. La luna creciente estaba alta en el cielo.


"¿Cuánto tiempo?" Aegon gruñó, tropezando para encontrar algo de ropa. Luna se estiró tentadoramente mientras dormía, haciéndose un ovillo. Aegon necesitó todo lo que tenía para no unirse a ella una vez más.


Los nervios empezaron a agitarse en su pecho y su respiración se volvió inestable. Había estado esperando ese momento durante tanto tiempo que casi pensó que nunca llegaría.


"Hace horas muchos se dieron cuenta de que sus hijas y maridos estaban desaparecidos. Una vez que los Capas Doradas estuvieron seguros, enviaron a llamarte para que te avisaran.


Aegon hizo una pausa, sorprendido por eso. Al menos no todo fueron niños nuevamente. Parecía que los esclavistas también habían buscado mano de obra si secuestraban hombres.


"¿Han enviado a alguien a preparar a Sunfyre?"


Terminó con su ropa, ajustándola hasta que estuvo medio presentable. Eligiendo un paso rápido para caminar por los pasillos vacíos de La Fortaleza Roja. Solo se podían encontrar guardias medio dormidos a esta hora. Se enderezó al ver a un príncipe pasar por su camino.


—Sí, los cuidadores de dragones lo están preparando mientras hablamos.


Mientras cabalgaba sobre un semental castaño hacia el foso del dragón, pensó en el plan. Baela debía desembarcar en el barco con su dragón. Joffrey le rogó que lo dejara unirse a ellos también, pero, para alivio de Aegon, Rhaenyra se negó vehementemente. Ya era bastante malo tener que trabajar con los engendros demoníacos de Daemon. Tratar con ese bastardo de nariz chata sería repugnante.


Daemon les aseguró que su hija era decente con la espada. Negarse a permitir que Ser Criston la pusiera a prueba. De todos modos, el plan no era que ella luchara contra los esclavistas con acero, sino con fuego y sangre.

Guía de Luna Lovegood para los príncipes encantadores*TRADUCCION*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora