Capitulo 62: Una fiesta de agradecimiento - Parte I

632 78 0
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


6 meses despues

La princesa Rhaenyra Targaryen estaba de pie junto a la reina Luna en el salón de baile. Todos celebraron el fin de la guerra. Bailaron y rieron, libres de sufrimiento. Se habían sacado a la luz perfumes fuertes y sedas brillantes. La llamaban la Guerra Sin Sangre. Sin embargo, Rhaenyra sangraba demasiado. Una parte de ella quería que entendieran el costo. Que sufrieran como ella.Desgarrar, arrancar y quemar, hacerles sentir lo que ella sintió.


—Dos de mis hijos han muerto en una guerra que nunca llegó a un campo de batalla. Otro está mutilado de forma permanente —dijo Rhaenyra en voz baja.


Las dos mujeres estaban una al lado de la otra. Luna había dejado de lado sus vestidos plateados y se había puesto uno rojo y negro. La hechicera incluso convenció a la reina viuda de que dejara de lado sus vestidos verdes y se pusiera uno gris ahumado que representaba el estandarte de Hightower con detalles rojos de Targaryen. Esto daba el simbolismo de una guerra terminada y de la paz por fin.


Joffrey y Daeron se sentaron a reír y beber en un rincón. De alguna manera, los dos se llevaban bien sin que ninguna guerra oscureciera sus horizontes. De hecho, se llevaban tan bien que Joffrey pidió ser escudero del recién nombrado caballero Daeron en lugar de Daemon. Daeron planeaba viajar por Poniente como caballero errante durante unos años antes de verse obligado a casarse con quien su madre eligiera. Ser un caballero errante era algo que Joffrey siempre había deseado también.


Rhaenyra se consoló a sí misma racionalizando que Daeron parecía ser una buena persona. No como sus hermanos mayores. Borracho y escandaloso como Aegon, o vengativo como Aemond. Ni de mente simple como Helaena. No es que Rhaenyra viera mucho a Helaena y Aemond. Se quedaron en la Casa de las Puertas Torcidas. Lejos de Daemon y su ira. Sus hijos iban al castillo para recibir lecciones.


Luna había obligado a Daemon a hacer un juramento mágico de nunca tomar represalias contra los niños por lo que habían hecho sus padres. Daemon aceptó a regañadientes después de que Luna dijera que Aemond haría lo mismo. Parecía que los votos mágicos eran todo lo que hacía falta para lograr la paz.


—Traté de enviártelos para que Aegon y Viserys tuvieran un lugar seguro. Nunca imaginé... —Rhaenyra se desvaneció, las palabras se le ahogaron por la emoción. Apretó la mandíbula y se obligó a secarse los ojos. No sería bueno que los demás la vieran llorar en una ocasión supuestamente tan alegre.


—Si lo hubiera sabido, podría haberlos seguido para garantizar su seguridad —susurró Luna.

Guía de Luna Lovegood para los príncipes encantadores*TRADUCCION*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora